Parón espacial
El lunes negro de Moscú, mientras Yeltsin hacía su demostración de fuerza frente al Parlamento ruso, la Agencia Europea del Espacio (ESA) tenía preparado un plan de emergencia para sacar del país a los cuatro astronautas europeos -entre ellos el español Pedro Duque- que proseguían su entrenamiento a unos 40 kilómetros, en la Ciudad de las Estrellas. Mientras tanto, en el propio Moscú, el administrador de la NASA, Daniel Goldin, comprobó que había elegido una mala fecha para continuar sus contactos con los responsables del programa espacial ruso tras el histórico pacto espacial firmado entre Estados Unidos y Rusia.La indefinición de la situación en Rusia, país cortejado por el resto de las potencias espaciales por su experiencia en este campo, es sólo uno de los problemas a los que se enfrentan las actividades espaciales en el mundo, sumidas en la crisis más profunda tras el parón que se produjo después del programa Apolo, que consiguió en 1969 que el hombre pisara la Luna.
"Haría falta un nuevo visionario, como lo fue Kennedy, para reavivar las actividades espaciales, que necesitan una buena dosis de utopía", opina Andrés Ripoll, quien dejará el próximo mes de enero su puesto de director del Centro Europeo de Astronautas de la ESA.
"Las actividades tripuladas tienen un futuro negro", cree otro experto español, José María Quintana, para quien las telecomunicaciones y la observación de la Tierra son las líneas más prometedoras. "Las esperanzas puestas en el espacio como escenario para fabricar determinados productos en condiciones de microgravedad se han venido abajo", afirma.Una deprimente serie de costosísimos fracasos espaciales en Estados Unidos ha dado la puntilla a la NASA, falta de credibilidad desde que en 1986 estallara el transbordador Challenger. Tres satélites de comunicaciones o de observación de la Tierra y una sonda espacial perdidos en los últimos cuatro meses y los continuos retrasos en las misiones del transbordador configuran un ambiente poco propicio para obtener fondos en condiciones de austeridad presupuestaria. El proyecto de estación espacial permanente Freedom ha sido reconvertido por el presidente Clinton en un proyecto distinto y todavía sin definir, pero con una importante participación rusa que el Congreso ya ha empezado a criticar. El proyecto SETI de detección de señales inteligentes, lanzado a bombo y platillo hace sólo un año, se ha caído del presupuesto.
En la ESA, la sensación es de desánimo. La reunión del consejo celebrada la semana pasada, en la que la dirección de la agencia propuso nuevamente la reducción y el retraso de los programas tripulados,terminó con la única decisión de posponer hasta diciembre cualquier decisión. El módulo Columbus, principal aportación europea a la estación internacional, conocido en el ambiente espacial como "la lata de conservas", queda reducido en esta nueva propuesta a un cilindro de poco más de 8 metros de longitud para poder ser lanzado por el nuevo cohete europeo Ariane 5. También se propone una serie de cápsulas tripuladas, al estilo de la Soyuz rusa, y se abandona definitivamente elproyecto Hermes de transbordador europeo.
La reciente reelección del francés Jean-Marie Luton para el cargo de director general sólo se explica, para la mayoría de las fuentes consultadas, si los países miembros, en un marco de crisis económica, están de acuerdo en que la ESA siga perdiendo peso político e Independencia. Mientras, la CE intenta atraer este organismo, que agrupa a 13 países europeos (no todos miembros de la CE) a su órbita con la creación de grupos de trabajo para una mayor coordinación.
Los restantes programas de la ESA no escapan a esta sensación de desánimo, aunque resultan menos afectados. Un reciente revés, el fallo total de unos sensores del satélite Soho durante una prueba realizada en tierra, supondrá probablemente un nuevo retraso para este proyecto de observación del Sol, uno de los más importantes del programa científico. En este mismo proyecto, la ESA ha revocado la decisión de conceder el centro científico al Instituto de Astrofísica de Canarias, ante las presiones francesas, lo que refleja también la debilidad de la posición de Espana, país que ya ha dejado entrever que no participará en los programas tripulados. Luton tiene prevista una próxima visita a Madrid para intentar que España cambie de opinión, ya que el anuncio en el mismo sentido hecho ya por Italia haría inviable el Columbus.
Como sucede con otros países, el principal caballo de batalla para la delegación española, que depende del Ministerio de Industria y Energía, es ahora ajustar las elevadas contribuciones a la ESA -este año han sido 15.000 millones de pesetas- de forma que se tengan en cuenta las devaluaciones monetarias. Pero España no dispone de un programa espacial propio, lo que le hace especialmente vulnerable en los aspectos científico e industrial si la ESA sigue en declive. Los especialistas observan ahora con curiosidad y cierto escepticismo el Instittito Nacional de Técnica Aerospacial (INTA), dependiente del Ministerio de Defensa, que tiene en marcha un germen de programa espacial, con proyectos de minisatélites, un lanzador para microsatélites y una base de seguimiento en Canarias. El inicio de esta última se acaba de incluir en el presupuesto del próximo año. Para estos programas sí parece haber dinero, aunque sean cantidades mucho menores.
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