Accidentes 'organizados'

Baralla (Lugo). Carretera en sentido hacia Madrid. A la salida del pueblo, varias curvas -tres, cuatro- no precisamente muy cerradas, pero por las razones que sean -y ésta es la cuestión- de especial peligrosidad en los días lluviosos, tan frecuentes. Tanta que estadísticamente es raro el día en el que no se producen accidentes automovilísticos leves, graves o muy graves.Tan es así que los habitantes de Baralla están especialmente entrenados. En pocos minutos, tras el golpe, con celeridad que sorprende, surgen la policía de tráfico, la grúa, que conduce el coche averiado a un taller del pueblo, la mujer del propietario del taller, que en su propio vehículo traslada a los heridos al centro hospitalario, y el médico de guardia, que comenta que ¡ya hubo suerte que, como ,suele suceder, el coche, dando vueltas de campana, no quedara con las ruedas hacia arriba! En el bar dicen que anteayer tres muertos, hoy ya van dos heridos graves... Lo de siempre. El Camino de Santiago tiene aquí un punto negro que fatalmente lo es día a día.

El viajero se pregunta cómo es posible que ante tal regularidad de percances (barreras laterales rotas, cunetas plagadas de partes y piezas de coches destrozados) no exista ni siquiera una señalización indicativa que alerte del especial peligro de la zona-