Señales económicas
CUALQUIER ALZA en los precios en un contexto recesivo como el que domina el comportamiento de la economía española no permite albergar excesivas dosis de optimismo, aun cuando, como ha sido el caso del índice de precios al consumo (IPC) del pasado septiembre, contribuya a reducir la correspondiente tasa interanual. El 0,6% de aumento registrado ese mes sitúa esa tasa en el 4,3%, frente al 4,6% de agosto, extendiéndose esa reducción a la práctica totalidad de sus componentes y, en consecuencia, a la denominada inflación subyacente (excluidos los precios de los alimentos sin elaborar y los bienes energéticos), que, así, se sitúa en el 5,4%, frente al 5,7% de agosto.En este registro, relativamente favorable, ha tenido un efecto importante, al igual que ocurrió durante agosto, la repercusión que en los mismos meses de 1992 tuvo el aumento en dos puntos del tipo medio del IVA. Destacable también es la desaceleración de los precios de los bienes industriales no energéticos -hasta el 4,4%, desde el 4,9% en que quedaron en agosto-; un comportamiento que pone de manifiesto la sensibilidad de estos bienes al descenso de la demanda del consumo y a las no menos favorables perspectivas que sus productores pueden estar definiendo para el medio plazo.
Ciertamente, no existen muchos fundamentos en que apoyar la continuidad de la reducción de esa tasa interanual en los meses que restan a 1993 y a nadie se le oculta que no será fácil alcanzar el objetivo del 4,5% fijado por el Gobierno para final de año. La recuperación de los alimentos sin elaborar y la demora en los impactos de la depreciación de la peseta son amenazas importantes para alcanzar ese objetivo. Los precios de los servicios, a pesar de su relativa moderación durante los dos últimos meses, siguen evidenciando numerosas rigideces, frente a las que no caben otras actuaciones de política económica que la aplicación de las consabidas reformas estructurales.
El recorte en la tasa marginal de la subasta decenal decidido ayer por el Banco de España -0,5 puntos porcentuales, hasta dejarla en el 91,5%- se acomoda no sólo a esa suavización de las tensiones inflacionistas de la economía, sino, también, a la reducción de la incertidumbre derivada del acuerdo alcanzado entre el PSOE y CiU sobre los Presupuestos Generales del Estado para el próximo ejercicio. Dos señales cuya significación no puede ocultarse en su contribución a la creación de algunas de las condiciones necesarias para que la esperada recuperación de la actividad económica, y en especial de la inversión privada, pueda asentarse sobre bases más firmes.
Ello, sin embargo, no es suficiente. La eficacia de la reducción en el precio del dinero requiere, en primer lugar, que las entidades financieras transmitan ese abaratamiento a las correspondientes operaciones de activo, facilitando así la financiación de las decisiones de inversión y, con ellas, su favorable efecto sobre el empleo. En cualquier caso, como ilustra suficientemente la experiencia de otros países, el mantenimiento de tipos de interés relativamente bajos no garantiza por sí solo el aumento en la demanda de crédito. Para que el abaratamiento en el precio del dinero se traduzca en impulsos al crecimiento de la actividad, y no sólo en la eventual renegociación de las condiciones de la deuda preexistente, es necesario que se eliminen los focos generadores de incertidumbre todavía existentes sobre la evolución de la economía española y en la formación de sus costes y precios.
En este contexto hay que contemplar la necesidad de alcanzar un acuerdo de rentas que, entre otras implicaciones, permita superar esa aparente paradoja que supone la coexistencia de importantes y crecientes tasas de desempleo con aumentos en las remuneraciones salariales de las más elevadas de Europa. Sin la eliminación de ese absurdo e insolidario comportamiento paralelo entre salarios y paro difícilmente podrá asegurarse la pronta recuperación de la economía española y su eficiente funcionamiento. En ausencia de tal acuerdo, cualquier indicador de precios o cualquier reducción en los tipos de interés no dejarán de ser meras señales.
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