¿Tan sólo una torre?

Ya sucedió entonces. Hace más de cien años, la construcción de la torre Eiffel levantó críticas, protestas y descalificaciones, tal y como las ha levantado el Faro de Moncloa. Fue, para algunos, un derroche de creatividad y dinero por parte del Gobierno. Hay quien incluso pudo calificarla irónicamente de "simpático, útil y estético mamotreto", como en su sección Cartas al director quiere clasificar David Fernández (viernes 1 de octubre) al Faro de Moncloa. Lo cierto es que hoy, 100 años más tarde, sabe mos que la torre Eiffel no sólo es un mamotreto que se ha convertido en el símbolo de un país, por no decir también de un cambio, sino además una de las antenas de comunicación más importantes de la región francesa. Claro que, ¿cómo iban ellos a saberlo? No sabemos qué nos enseñará el futuro, pero lo que sí que sabemos es que, hoy por hoy, el Faro de Moncloa ilumina una amplia zona; servirá, si es que todavía no sirve, de antena repetidora, y nos permitirá, a quien no lo haya hecho ya, ver ese De Madrid al cielo que tanto se nos ha anunciado. Señor Fernández: no todas las buenas ideas tuvieron un buen principio, ni todas las grandes obras una bonita estética.-