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Haití deja en evidencia la capacidad de EE UU para responder a los retos del nuevo orden mundial

Antonio Caño

Washington trata de recomponer su política después de un suceso sin precedentes en Haití: poco más de un centenar de hombres armados con palos y pistolas han hecho retroceder a 200 militares de la superpotencia, que se muestra incapaz de imponer la voluntad de la comunidad internacional en un país cuyo Ejército no llega a 7.000 hombres. Buena parte del futuro papel de EE UU en el nuevo orden mundial está ahora en juego en un rincón caribeño.

El presidente norteamericano, Bill Clinton, declaró, después de dar el martes por la noche la orden de retirada de sus tropas, que la política estadounidense vuelve a ser la de imponer sanciones que aíslen completamente a Haití del resto del mundo. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que en agosto levantó las sanciones contra el régimen militar de la isla, decidió anoche reimplantarlas después de que el propio secretario general, Butros Butros-Gali así lo recomendara en virtud de las "graves y persistentes" violaciones por parte del régimen haitiano a los acuerdos sobre la normalización política del país. Las sanciones entrarán en vigor el próximo lunes, 18 de octubre.El deseo norteamericano es reanudar el embargo de petróleo a Haití, suspender los vuelos comerciales a ese país y congelar las cuentas de particulares haitianos en el exterior, lo que equivale a quitarle a los militares haitianos el acceso a sus fortunas en los bancos de Miami.

Ganadores y perdedores

Pese a todas esas sanciones, el triunfador, por el momento, de la crisis es el general Raoul Cedrás, máxima autoridad de Haití; y los derrotados, Estados Unidos y la ONU, que son los patrocinadores del acuerdo de julio pasado en el que se pactó el retiro de Cedrás y el regreso a Puerto Príncipe del presidente Jean Bertrand Aristide.Según ese acuerdo, Cedrás tendría que abandonar su cargo de jefe del Ejército mañana. Nadie sabe todavía si lo ya a hacer, pero incluso aunque así ocurra, los militares haitianos seguirán siendo los amos de Haití mientras la policía y el Ejército sigan en manos de los actuales oficiales. En las circunstancias presentes, el regreso de Aristide el último día de octubre, como está previsto, sería un verdadero suicidio.

El general Raoul Cedrás condicionó ayer su abandono del poder a que se otorgue una amnistía política a los militares golpistas, según el acuerdo firmado en Nueva York para reinstaurar la democracia.

La misión que llevaba al primer destacamento de los 600 soldados norteamericanos que no pudo desembarcar el lunes es, precisamente, la de la creación de un cuerpo de policía fiel al Gobierno democrático. Esa operación ha quedado suspendida indefinidamente.

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El primer barco con 200 estadounidenses navegó el martes de regreso a la base de Guantánamo (Cuba). El segundo barco, que debería haber zarpado ayer, no llegó a salir. Clinton declaró que mientras la situación en Puerto Príncipe no está calmada, sus hombres no desembarcarán en Haití.

El general Raoul Cedrás maneja públicamente este asunto como un brote espontáneo de nacionalismo. Los periodistas destacados en la isla dicen que no es así. Los espontáneos manifestantes son antiguos policías de la dictadura que aterrorizan a la población como bandas de delincuentes.

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