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Tokio evitará presionar a Borís Yeltsin sobre la disputa de las Kuriles durante su visita a Japón

Juan Jesús Aznárez

El presidente ruso, Borís Yelstin, llegó ayer a Tokio anticipando su intención de no abordar en profundidad el único asunto que verdaderamente interesa a los japoneses: la recuperación de las islas Kuriles, ocupadas por el Ejército Rojo desde la II Guerra Mundial. "Ahora estamos en el buen camino para una mejor colaboración bilateral", dijo en el aeropuerto de Haneda. El Gobierno de Morihiro Hosokawa, que apoyó a Yeltsin en la revuelta del Parlamento, ha entendido que éste no es el mejor momento para presionar públicamente a Rusia.

El gobernante ruso, cuya estancia será vigilada por 10.000 policías en previsión de manifestaciones ultranacionalistas, se reúne hoy con el primer ministro, Morihiro Hosokawa, y el tema de las islas será discutido aunque procurando evitar el enfrentamiento, porque los japoneses sospechan que Yeltsin no está ahora en condiciones de ceder mucho.Intentarán conocer, sin embargo, la postura de los militares rusos y del presidente sobre la Declaración Conjunta de 1956 por la que Japón y la URSS restablecieron relaciones diplomáticas y Moscú se comprometió a la devolución de dos de las cuatro islas cuando quedase firmado el tratado de paz entre los dos países. Tokio se niega a rubricar ese documento mientras no se garantice la soberanía de las islas. La estancia de Yelstin incluye un almuerzo con empresarios y una audiencia con los emperadores.

La normalización económica con Tokio, insistentemente intentada por Borís Yelstin para fomentar las, inversiones niponas y desbloquear una multimillonaria asistencia financiera, "tampoco será posible si no hay cesiones geográficas. Yeltsin viaja a Tokio únicamente para romper el hielo y recuperar la comunicación ruso-japonesa", subrayaba ayer un editorial del diario Japan Times. "Ningún compatriota informado espera que las conversaciones entre Yeltsin y los líderes japoneses lleven a un progreso sustancial en la disputa territorial o en la cooperación económica de nuestro país".

Las cuatro islas que Rusia denomina Kuriles y Tokio llama "los territorios del Norte" (Etorofu, Kunashiri, Shikotan y Habomai) están habitadas por 47.000 rusos, de los que 20.000 son militares. La superficie de la mayor es similar a la de Mallorca. Hasta agosto de 1945, vivían 16.000 japoneses que huyeron o fueron expulsados por las tropas soviéticas. Pobladas por cazadores ainu desde tiempos prehistóricos, tramperos rusos y exploradores japoneses llegaron a ellas en el siglo XVIII y sus Gobiernos suscribieron acuerdos de reparto. Moscú parte de la base de que los territorios le fueron entregados en el Tratado de Yalta, firmado entre las potencias aliadas vencedoras de la II Guerra Mundial. Tokio recuerda que el acuerdo no revistió la forma de tratado ni fue suscrito por Japón.

La suspensión de la primera visita de Borís Yeltsin a Japón, anunciada en septiembre de 1992, enfureció especialmente al Gobierno nipón porque la cancelación se hizo abruptamente. Tokio confiaba en arrancar concesiones a cambio de ayuda económica, pero Yeltsin, a quien los conservadores aconsejaban firmeza, se echó para atrás al considerar que la postura japonesa era demasiado intransigente. El entonces primer ministro, Kiichi Miyazawa, se declaró "profundamente disgustado". Recuperados la calma y el diálogo, se concretó una nueva fecha: mayo de este año. Nuevamente Yeltsin suspendió el viaje y su imagen en Japón quedó bajo mínimos: hombre de poco fiar. Cuando en julio el presidente ruso anunció que viajaba en octubre pocos se lo tomaron en serio.

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