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Pocos soldados

El paintball (bola pintada) atrae a poca gente de Madrid. Si los responsables de la finca esperaban acoger a unas 300 personas todos los fines de semana, este último sólo llegaron unos 30. El sábado no acudió nadie.Los días laborables sólo se puede jugar si se acude en grupos organizados. Por eso tratan de contactar con empresas de seguridad, policías municipales, paracaidistas y demás.

Hasta ahora sólo se vieron obligados a cerrar la finca algún domingo de verano, cuando Madrid se quedaba semivacío, pero la impresión es que podía funcionar bastante mejor.

"En Gerona, que llevan más tiempo, funciona estupendamente, pero aquí en Madrid tal vez haya faltado un poco de publicidad", razona un responsable.

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Un compañero suyo aporta otro argumento: "La gente pensó que esto es una cosa de yuppies, y no hay nada más alejado de la realidad".

Los monitores quieren organizar campeonatos, adaptar el juego para competir de noche con armas equipadas de rayos láser, montar una terraza veraniega en la finca y darle vida al pueblo de Pelayos. De hecho, alguno de los empleados de la finca viven en Pelayos. Sólo Jorge, uno de los cuatro monitores, tiene plena dedicación. Los otros trabajan como protésico dental o empleado de banco. El resto no podría subsistir.

La cuestión es que en Madrid han encontrado mucha oposición. Ya en 1987 la Delegación del Gobierno prohibió la instalación de un campo similar por encontrarse próximo a una zona de tránsito, infringir el Código Penal y utilizar armas con ropa paramilitar.

El día en que se inauguró la finca, una unidad de la Guardia Civil de San Martín de Valdeiglesias inspeccionó todas las áreas y revisó los fusiles.

El pasado domingo, otra unidad de la Guardia Civil se adentró en el terreno. "Eso es una visita de cortesía", aventuró un responsable.

Las autoridades de Madrid no terminan de creerse que las instalaciones de la finca no son frecuentadas por ultrasur y algunas tribus violentas de la capital, pero los monitores aseguran que lo más cercano a esa estética que "de momento" se ha acercado por allí son los soldiers.

El pasado domingo, mientras descansaban los soldiers y los de Hortaleza, algunos niños se pusieron a jugar con las armas en uno de los campos mientras que uno de los propietarios ejercía de árbitro. "Como siempre", explicaba un monitor, "los que más disfrutan con estas cosas son los niños".

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