Como una pesadilla
Sonó el despertador y me dirigí a duras penas hacia el baño, pero éste estaba ocupado por un allosaurus, tras una breve espera conseguí mi objetivo. El ascensor lo estaba esperando un coelophysis que, amablemente, me cedió el paso. Casi pierdo el autobús por culpa de un diplodocus. En la oficina me esperaba un cliente, un cocodrilo con un portafolio forrado con algún pariente suyo. Sentado en la mesa del despacho, llamó a la puerta un mensajero que no era otro que un brachiosaurus. Cuando fui a comer al restaurante de todos los días, tuve que sentarme en el único sitio libre que había junto a un archaeopteryx. Después de tomar el café, al salir a la calle, un rhamphorhynchus quería venderme un reloj de oro; a todas luces, falso y baratísimo. En el preciso momento que entraba de nuevo al estudio, sonó el teléfono; al otro lado del aparato oí la voz de un deinonychus, se había confundido de número. En el metro, el taquillero, un iguanodonte, me expendió el billete de 10 viajes. En la academia de inglés el profesor, un ornithomimus, se empeñaba en hacernos pronunciar correctamente una frase que nadie entendía. Un parasaurolophus conducía el taxi con cara de pocos amigos, le dejé 20 duros de propina, por si acaso. Nada más bajar de él, se subió un euoplocephalus que tuvo la delicadeza de disculparse cuando me pisó el pie derecho. En el supermercado, la cajera, un pteranodon, se confundió en la cuenta. Cuando entré en el estanco, el tyrannosaurus rex fumaba la marca de la familia. En el puesto de periódicos, el styracosaurus, por medio de señas, me indicaba que ya tenía el Atlas encuadernado que le dejé la semana pasada. Por último, el portero, un edmontosaurus, me dio las buenas noches. Seguro que durante la cena tomaré la sopa en el Parque Jurásico, y, cuando me duerma, soñaré con Spielberg; pero, eso sí, cuando estrenen la película no iré a verla.-
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