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Fin de reinado en Bruselas

Jacques Delors hace las maletas mientras se discute su sucesión

Lluís Bassets

Faltan 16 meses para que se produzca el relevo en la presidencia de la Comisión Europea, pero la atmósfera que se respira en el edificio Breydel, en Bruselas, donde tienen sus despachos los 17 comisarios que componen él máximo órgano comunitario, es la propia de un fin de reinado. El Consejo Europeo que se celebrará en Atenas en junio del año próximo deberá designar el sustituto del actual presidente, Jacques Delors, que ocupa la presidencia desde hace más de ocho años.Todo el mundo mira ya a Delors como el ex presidente de la Comisión y quién sabe si como el candidato socialista a la elección presidencial francesa de la que saldrá el sucesor de François Mitterrand. Sus propuestas han cambiado así de valor político, en un momento en el que son varios los Estados miembros que reclaman una devolución de los poderes de la Comisión Europea al Consejo de Ministros.

De producirse, significaría la laminación de los procedimientos comunitarios, en los que la Comisión y su presidente tienen gran capacidad de maniobra, en favor de los procedimientos de cooperación a doce, en los que hay que tomar acuerdos por unanimidad. Son buenas muestras de estas intenciones tanto el artículo del primer ministro John Major en The Economist como la intervención del ministro de Exteriores francés, Alain Juppé, llamando al orden y a la obediencia al Consejo de Ministros al comisario Leon Brittan a propósito del GATT.

La Comisión y Delors no sólo están recibiendo reprimendas inhabituales. Además, están demostrando escasa capacidad de iniciativa y maniobra. Un ejemplo: la idea de Delors del Libro Blanco sobre competitividad, crecimiento y empleo, que debía convertirse en una nueva gran iniciativa al estilo de la idea del Mercado único, ha ido deshinchándose desde su lanzamiento en Copenhague. De una parte, los gobiernos han, empezado a aplicar durísimas medidas para combatir la crisis, adelantándose al Libro Blanco. De la otra, el recién llegado comisario de Asuntos Sociales, Padraig Flynn, está consiguiendo, con la complicidad de buena parte de sus servicios, adelantarse a los trabajos encargados por Delors para quitarle protagonismo en el Libro Blanco. Lo mismo sucede a nivel de las relaciones internacionales donde la CE, que es el primer donante en ayuda humanitaria y cooperación al desarrollo.

No es Delors el único comisario considerado como saliente y tratado como tal por los funcionarios de la Comisión Europea y por sus colegas del mundo político. Es muy larga la lista de quienes probablemente no estarán en la próxima Comisión, que entrará en funciones el 1 de enero de 1995, cuyo presidente se conocerá en junio próximo. El danés Henning Christophersen, los alemanes Martin Bangemann y Peter Schmidhuber, el español Abel Matutes, la francesa Christiane Scrivener, el británico Bruce Millan, los italianos Antonio Ruberti y Ranie lo Vanni d'Archirafi y el griego Yannis Paleokrasas se dan como seguros salientes en las quinielas internas. En unos casos, en razón de elecciones nacionales que producirán nuevas mayorías y nuevos nombramientos; en otros, en razón de exceso de veteranía. Padraig Flynn, nombrado en enero de 1993, seguirá muy probablemente y trabaja ya con ritmo propio de quien tiene ante sí objetivos a largo plazo. El ex ministro de Exteriores holandés Hans van den Broek quedará descabalgado en caso de que el primer ministro holandés, Rud Lubbers, se convierta en el nuevo presidente, y en tal caso aspira a dos responsabilidades bruselenses: o sustituir a Manfred Wörner en la secretaría de la OTAN o a su compatriota Wilhelm van Ekelen en la de la UEO (Unión Europea Occidental). Otro exministro de Exteriores, el portugués Joâo de Deus Pinheiro, podría aspirar a seguir su carrera política en su país.

El belga Karel van Miert, en cambio, aparece como otro de los comisarios mejor consolidados en su función, después de ocupar las carteras de Transportes y ahora Competencia. Es un personaje disponible como primer ministro el día en que quien reciba el encargo de formar Gobierno deba ser un socialista flamenco, cuestión por lo demás nada probable en el inmediato futuro, pues su partido se halla en una crisis de pérdida constante de fuerza.

El británico Leon Brittan, en cambio, aspira a seguir, e incluso a protagonizar una candidatura a la presidencia de la CE, que significaría el triunfo de una posición suficientemente europea como, para congraciarse con una parte de los países socios y suficientemente antifederal como para obtener la bendición de Major y de los tories. Se lo juega todo a una carta -las negociaciones del GATT-, que puede darle o la derrota total o la gloria, y se prodiga mientras tanto en declaraciones y conferencias en las que ha llegado incluso a matizar sus posiciones radicalmente liberales y a declararse partidario de una cierta protección social o de una excepción cultural para el GATT.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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