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Tribuna
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Dieta

Analizaron guisantes recién cogidos de la huerta, congelados y en conserva -explica un bromatólogo en El País Semanal-, y los que menos vitamina C tenían eran, precisamente, los de la huerta. La revelación permite aventurar que los alimentos congelados y conservados no sólo mantienen sus propiedades originarias, sino que las enriquecen.Alimentos frescos era lo que demandaban las gentes sencillas y lo que recomendaban los médicos sabios para conformar dietas sabrosas y saludables. Mas la revelación del bromatólogo seguramente producirá un cambio radical de actitudes, una demanda inversa a la actual, una dieta basada en congelados y conservas, si, como parece, potencian las propiedades de las viandas.

Los españoles estamos acostumbrados a estas mudanzas. Durante años nos acusaron de subdesarrollados y suicidas por consumir garbanzos y aceite de oliva. Nos convencieron de que la cocina sana se hacía con aceite vegetal; de que los pescados azules aumentaban el colesterol; de que el consumo de mantequilla determinaba el nivel de vida de los pueblos. Y, de repente, todo ha empezado a ser al revés: la mantequilla le pega al hígado; aceite de oliva, caballas y sardinas rebajan el colesterol; los garbanzos aportan fibras, y la dieta mediterránea (la de toda la vida) es lo mejor que haya podido concebir el genio creador del hombre para dar gusto al paladar y energía al cuerpo.

Todo ello sin olvidar el arroz con almejas, que merece capítulo aparte. Uno -maestro arrocero y almejero por la gracia de Dios-, ha convertido en creación mundial una receta donde el arroz sale de la paella sequito y sabroso mientras las almejas se mantienen jugosas y enteras. Y está dispuesto a difundirla en aras de la satisfacción gastronómica y el enriquecimiento vitamínico de sus semejantes. Pero eso será otro día.

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