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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sospechas y certezas

EL MINISTRO del Interior, José Luis Corcuera, tendrá que dar hoy, en su comparecencia en el Congreso, una explicación muy detallada y coherente sobre las muertes de los presuntos etarras Miren Gurutze Yanci y Xabier Galparsoro para despejar el halo de sospechas que las envuelve. El descubrimiento de que otra detenida por presunta colaboración con ETA presenta múltiples hematomas tras ser interrogada en el cuartel de la Guardia Civil de Intxaurrondo (San Sebastián) añade nuevas dudas sobre inadmisibles prácticas policiales, que el ministro del Interior también está obligado a clarificar hoy.En realidad, quienes urgen y exigen la clarificación de estos hechos son los demócratas y quienes creen en el Estado de derecho, no precisamente quienes no creen en él y han hecho de la violencia su arma permanente para destruirlo. Éstos ya han pronunciado su veredicto sobre lo sucedido sin esperar a los resultados de investigación alguna. Lo que verdaderamente les importa es su utilización en el marco de la estrategia de la manipulación que practican. Y a ello se emplean con entusiasmo en estos momentos. Hace años que ETA renunció a convencer a nadie sobre la pretendida bondad de sus objetivos políticos para intentar imponerlos como fuera. Eso explica que el abandono de sus últimas ensoñaciones insurreccionales coincidiese con las primeras peticiones de negociación política. Desde entonces, su única estrategia ha consistido en provocar por diversos métodos -atentados indiscriminados contra la población o selectivos contra los cuerpos policiales o el Ejército- reacciones incontroladas, ilegales, por parte del aparato del Estado en la persecución de los terroristas.

El objetivo de tal estrategia es vaciar de legitimidad a las instituciones con la pretensión de equiparar (en brutalidad y en ausencia de legitimidad) a lo que los terroristas consideran contendientes: las dos partes de su famoso contencioso. Sería esa igualdad en negativo lo que daría verosimilitud a la hipótesis de una negociación que resolviera el empate. Una negociación consistente en que la mayoría acepte las exigencias de la minoría a cambio de una renuncia más o menos prolongada a la práctica de la violencia.

Cada vez que el Estado de derecho imita a los terroristas, son éstos los que se apuntan el tanto. Incluso la sospecha de que tal cosa pueda estar ocurriendo es ya una victoria para ellos. La euforia con que han acogido las muertes de Miren Gurutze Yanci y Xabier Galparsoro lo demuestra. De ahí la importancia, no ya sólo de evitar. métodos antidemocráticos -como la tortura-, sino de demostrar diligencia en el esclarecimiento de los casos sospechosos de tales comportamientos. La forma en que se ha practicado la autopsia de Miren Gurutze Yanci, con la participación de un médico de la familia, es una garantía de transparencia, pero insuficiente para conocer lo sucedido: hay que indagar las causas que han podido provocar su muerte "por insuficiencia cardiorrespiratoria" y sí ha habido negligencia médica en el tratamiento de los síntomas. Tambien hay que indagar hechos tan inexplicables como que un detenido por terronsmo pueda ser conducido sin esposar e insuficientemente custodiado, de modo que pueda abrir una ventana y arrojarse al vacío para huir o que otra detenida presente hematomas generalizados tras su detención. Y si ha habido irregularidades, sancionarlas sin dudarlo y hasta las últimas consecuencias, como se ha comprometido el presidente González.

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Es lógico que cunda la desmoralización entre los demócratas por el temor de que hechos así sean resultado de la vulneración de garantías del detenido y, si no lo son, por el servicio que rinden a ETA. Pero ni siquiera en la primera hipótesis tales hechos justificarían los crímenes que sus propagandistas aplauden o ante los que callan. Hay un abismo moral entre quienes se movilizaron contra el secuestro de Iglesias Zamora y quienes esperan que algo les toque del rescate del ingeniero. No todo el mundo, pero seguramente la mayoría de la población lamenta también la muerte violenta de un colaborador de ETA, como se duele de la de un guardia civil. Mientras que las escuadras radicales que jalean a ETA se alegran en ambos casos. En uno, porque se demuestra que ETA sigue viva; en el otro, porque piensan que añadirá combustible a su máquina de matar.

Las organizaciones pacifistas, cómo Gesto por la Paz, se movilizan siempre que hay una muerte violenta, al margen de la condición de la víctima. Eso es algo que saca de quicio a los amigos de ETA, y por eso disparatan ahora diciendo que los pacifistas, los del lazo azul, los que se manifiestan contra el secuestro, son, al igual que los partidos democráticos agrupados en el Pacto de Ajuria Enea, "cómplices" de la muerte de Gurutze Yanci: responsables de "haber dado cobertura a la práctica de la tortura".

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