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Managua, bajo la ley de la barricada

El Gobierno de Chamorro negocia el fin de la huelga del transporte

Managua amaneció ayer con un fuerte olor a caucho quemado y bajo la sensación, a tenor de las más de 300 barricadas sandinistas que aislan sus diferentes barrios, de que el Gobierno de Nicaragua ha perdido el control de la calle y no tiene otra salida que derogar en cuestión de horas el impopular impuesto sobre tenencia de vehículos. Éste ha sido el motivo esencial de la salvaje huelga del transporte que sufre el país desde el lunes y que ha provocado ya dos muertes, entre ellas la de un alto jefe policial a manos de un francotirador.Acosado por la presión popular y con el Ejército y la policía acuartelados, el Gobierno negociaba ayer con los líderes de la huelga un acuerdo que ponga fin al caos antes de que el desabastecimiento de productos básicos, entre ellos el pan y la leche, complique más la situación. La gente está molesta y sin víveres porque la convocatoria de huelga, jaleada el domingo por el ex presidente Daniel Ortega, cogió de improviso a todos.

Los especuladores hacen su agosto estos días vendiendo el frijol, base de la alimentación nicaraguense, a precios abusivos. Hay más hambre de la habitual y la desolación aumenta a medida que pasan las horas. Hoteles como el Intercontinental, el único del centro de Managua, se han visto obligados a alojar a su propio personal porque no tienen cómo traerlos o llevarlos a sus una casas. Las compañías norteamericanas American Airlines y United han suspendido todos los vuelos entre Managua y Florida.

Los sandinistas, que controlan la situación, han dado un gran susto a la presidenta Violeta Chamorro, al apoderarse de la calle. No sólo Managua sino el resto del país ha demostrado que arde como la yesca con sólo encender una cerilla. La huelga del transporte, que nació manipulada, ha puesto en evidencia que en un país con hambre no se pueden hacer machadas como la de obligar a la población a pagar impuestos que en unos casos son la tercera parte de un salario de un mes y en otros la paga de varios meses.

El llamado Impuesto a la Tenencia Vehicular (1TV) tiene prácticamente a todos los propietarios de automóviles, tanto los que lo usan como medio de trabajo como los que lo emplean para desplazarse, contra el Gobierno. Por primera vez en la historia de un país una asociación de propietarios de turismos o vehículos particulares se convierte en grupo de priesión. Es evidente que detrás de ellos está el Frente Sandinista, como ocurre con las cooperativas de transportistas o de taxistas.

Managua es de día una ciudad solitaria, con los principales comercios cerrados por desabastecimiento, donde sólo manda la ley de la barricada, que en un país con cultura bélica como este va más allá de lo que tradicionalmente es. En Nicaragua una barricada es lo mismo una trinchera para defenderse que un puesto de control popular. Desde el miércoles, terminados los enfrentamientos que provocaron la muerte del jefe policial Saúl Álvarez y del ama de casa Ronelda Martínez, Managua está llena de controles populares, donde un jefe sandinista y su cuadrilla deciden quién pasa o no.

Las barricadas han sido levantadas con los adoquines de las calles, por lo que al menos 300 puntos de la pavimentación de la ciudad están en estos momentos destrozados. No sólo la carretera Norte, que hoy hace imposible el trayecto entre Managua y su aeropuerto, sino todos los barrios populares de la capital están repletos de barricadas. La presencia de enmascarados gente provista de armas de guerra y las hogueras alimentadas con neumáticos completan el panorama que va más allá de lo siniestro.

Está prohibido el paso rodado salvo que el que se identifique lo haga como compa sandinista, diplomático o periodista. La presidenta Chamorro, que el miércoles regresó de Guatemala, tuvo que ser trasladada del aeropuerto a un estadio próximo a la residencia presidencial en helicóptero y fuertemente escoltada porque no había en todo Managua una barricada que le permitiera el paso.

La falta de transportes de todo tipo ha convertido en general lo que inicialmente era una huelga sectorial. Nadie trabaja. Unos porque no pueden desplazarse a las fábricas, otros porque no tienen trabajo y el resto porque son policías y militares. A estos últimos se les ha acuartelado en las últimas 24 horas para evitar provocaciones.

De noche, la ciudad presenta un aspecto de estado de sitio. Es la propia población la que se da su propio toque de queda porque nadie sabe qué se va a encontrar en la oscuridad, aunque sí sabe que no va a haber un alma ni menos un vehículo al que pedir auxilio. La presidenta Chamorro ha anunciado la suspensión del impuesto, pero eso no basta porque lo que se quiere es su derogación y, si es posible, la congelación indefinida de los precios de la gasolina, que han subido recientemente un 25%.

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