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Nadie los echó de menos

Guardiola / Mendes, Higares, Vázquez

Toros de Salvador Guardiola, con trapío aunque algunos sospechosos de pitones, con casta, dificultosos. Los toros de Victorino Martín anunciados fueron rechazados en el reconocimiento.

Víctor Mendes: pinchazo, media estocada tendida, rueda de peones y descabello (silencio); estocada corta tendida, rueda insistente de peones y descabello (oreja protestadísima).

Óscar Higares: dos pinchazos, estocada atravesada que asoma y descabello (silencio); estocada (oreja). Javier Vázquez: estocada baja (escasa petición y vuelta); dos pinchazos, media delantera y dos descabellos (aplausos).

Plaza de Guadalajara, 17 de septiembre. Segunda de feria. Lleno.

Faltaron los victorinos y Dámaso González, que estaban anunciados, y nadie los echó de menos. Los victorinos faltaron pues fueron rechazados en el reconocimiento veterinario. Faltó Dámaso González pues se cayó del cartel; así, por las buenas. Quizá los Guardiola sustitutos le daban más miedo que los victorinos famosos ' y salió corriendo. No es justificable semejante actitud, por supuesto, aunque pudo entenderse al ver cómo un Guardiola le pegaba un feroz vapuleo al valiente matador Óscar Higares.Temporadas atrás, faltan los victorinos en una corrida donde estuvieran anunciados, y a la afición le da un infarto. Hogaño, sin embargo, la afición está muy amostazada con la victorina cuestión, pues lo que Victorino Martín envió a Las Ventas para reaparecer no fue lo que era, las figuras matan mano a mano sus productos sin que les conmueva buido pitón, y dice la experiencia que otras divisas, sin tanto barullo ni tanta novela, pueden infundir más respeto.

Los Guardiola, sin ir más lejos. Los Guardiola tienen su categoría, su historial y una reserva de casta cifrada entre las mejores de la ganadería de bravo. Por eso estuvo bien elegida para sustituir a los victorinos y a la afición le complació mucho el reencuentro con unos toros serios y corpulentos, incluídos los dos más chicos -segundo y tercero- que, pese a su reducido tamaño, tenían trapío. Luego salieron cada cual según su temperamento, en general dificultosos, pero sin desmerecer la casta propia de su procedencia.

En la casta -mucho más que en el tamaño- está el peligro del toro. El segundo, tan chiquitín, infundía respeto precisamente por eso. Se puso reservón en banderillas, escarbó antes de embestir a la muleta que le presentaba óscar Higares, y este torero de valor acreditado decidió dominarlo de principios embarcándolo en el redondo. El toro no se lo perdonó, y le cogí¿) para matarlo. óscar Higares, milagrosamente ileso en la refriega, se incorporó raudo, y con una entereza impresionante reemprendió la faena, mas el toro se acababa de licenciar en artes marciales y a cada pase respondía con un hachazo.

El quinto, sobre sospechosamente desmochado, embistió boyantón, y Óscar Higares le pegó numerosos pases -algunos de calidad estimable-, en lugar de construirle acabada faena, según mandan los cánones. No es que un torero haya de hacer una obra de albañilería, desde luego; pero cierta arquitectura, un sentido dominador, ritmo, unidad, hasta diseño -si se quiere- son consustanciales a la buena torería- Finalmente en la estocada se volcó, y fue entonces merecedor de la oreja que pidió el público por aclamacion.

Víctor Mendes banderilleó mal al primer toro, con mediocridad al cuarto y les recetó a ambos sendos trasteos despegadillos sin especiales relieves. Javier Vázquez lanceó muy bien de capa, suyos fueron los dos únicos quites de la tarde, y con la muleta apuró el escaso partido que tenían sus toros, apagados y quedones. Bueno, quizá habría conseguido más pases Dámaso González (a quien sustituía), pues este trabajador se los saca a una farola. Pero esto pertenece al ámbito de la hipótesis. Y además la vergüenza torera de los diestros, en valerosa confrontación con la encastada seriedad de los guardiolas, produjeron suficientes emociones como para no echar en falta a nadie.

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