Una liberalización cara
El pasado mes de marzo el precio de la gasolina súper rebasó la barrera psicológica de las 100 pesetas por litro. Después pasó de 101, 102, 103, 104... y de 111. Al tiempo, el gasóleo de automoción hacía una carrera ascendente paralela hasta superar las 85, algo que sus consumidores no habrían pensado en julio de 1990 -fecha en que se instauró el precio máximo- cuando el litro costaba 57,50 pesetas.Los tiempos en este sector han cambiado vertiginosamente. Del monopolio se ha pasado a la liberalización, aunque ésta se ponga en entredicho. Los consumidores no entienden que haya traído consigo el aumento de los precios y que no haya diferencia entre operadores; es decir, competencia. Los datos son tozudos. Desde que a principios de 1993 se liberalizó totalmente el mercado español (los operadores comenzaron a fijar los precios de venta al público), el precio en las gasolineras comenzó a aproximarse al máximo permitido hasta igualarse, en agosto y, además, no hay diferencias entre empresas distintas. Hasta 1992, al estar controlados por el Estado, se quedaban una media de 1,50 o dos pesetas por debajo del máximo.
Esto supone que a lo largo de todo el año los consumidores españoles (excepto los de Canarias) pagarán una cifra superior a los 25.000 millones de pesetas más que lo que pagaron en 1992 por la misma cantidad de carburante. O lo que es lo mismo, el ahorro -con todo lo que eso implica en la balanza y en la inflación- habría sido superior a los 25.000 millones.
Sin embargo, la polémica está servida si se tiene en cuenta que los precios en España son de los más baratos de la CE, sólo por encima de Dinamarca y del Reino Unido. Eso significa que el español paga menos por impuestos que el resto de ciudadanos de la CE (60,50 en gasolina y 37,50 en gasóleo A más el 15% de IVA). Además las empresas aseguran que tienen que rentabilizar sus inversiones, que la cotización internacional ha subido más de 30 dólares por tonelada en los últimos tres años, que el cambio del dólar también y que la comisión se ha disparado. Las refineras, incluso, han pedido que se supriman los máximos.
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