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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El acuerdo

"HEMOS ALCANZADO el acuerdo", afirmó ayer un portavoz palestino. "El Consejo de Ministros anunciará el reconocimiento mutuo", dijo la radio israelí. De esta forma tan escueta se producía ayer, 9 de septiembre, el desenlace de una de las crisis más prolongadas y crueles del siglo XX. Todavía no nos podemos hacer ilusiones definitivas: los enemigos de la paz y de la tolerancia son numerosos en ambos campos, y el acuerdo, tan mínimo y frágil, sufrirá aún duros embates hasta consolidarse. Pero la humanidad está de enhorabuena.

Cuando Menájem Begin, entonces primer ministro de Israel, y Anuar el Sadat, presidente de Egipto, se dieron la mano en presencia del presidente norteamericano, Jimmy Carter, en 1978, sellando así el acuerdo de Camp David, pareció que, en realidad, estaban levantando una barrera infranqueable alrededor de sí mismos. Y en cierto modo fue así: durante años, Egipto fue el apestado del mundo árabe, y la causa judía se estancó.Para Israel, sin embargo, la sensación primordial deducida de Camp David fue que se había conseguido la paz, o que, al menos, ésta estaba al alcance de la mano sin que para asegurarla fuera necesario ceder en ningún punto esencial. A partir de entonces, si los árabes querían concordia, deberían aceptar dócilmente la inmutabilidad de la postura del enemigo. De igual modo deberían admitir que no existía posibilidad de obtener una relajación en sus posiciones negociadoras y, lo que es más, que incluso algún punto acordado quedaba a merced de la interpretación que quisiera darle exclusivamente el Gobierno de Israel.

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Quince años después, las tornas han cambiado dramáticamente. Asistimos hoy a lo que era impensable hace aún pocos meses: Israel y los palestinos, enemigos implacables, han hecho las paces y se reconocen mutuamente la existencia. Todos han tenido que ceder para conseguirlo. Paradójicamente, en el acuerdo de Camp David se encontraba el germen de lo que hoy se conoce como la solución Jericó más Gaza primero (la que, resolviendo el problema más sencillo, ha abierto el camino de la paz): el llamado "marco para la negociación de la paz en el Próximo Oriente". Este marco preveía el otorgamiento de autonomía a Gaza y CisJordania tras un periodo de transición de cinco años. Casi exactamente lo que se ha conseguido ahora.

¿Cómo ha ocurrido este milagro? La explicación no es excesivamente complicada.1. En el campo palestino, 15 años de incertidumbre, de dificultades hasta con los propios hermanos (lo que incluye episodios dramáticos, como el de la expulsión de Líbano de la Organización para la Liberación de Palestina y su apesadumbrada búsqueda de un nuevo hogar) han minado severamente su moral. La guerra del Golfo; el apoyo prestado por Yasir Arafat, líder de la OLP, a Sadam Husein; el duro trato dispensado consecuentemente a los palestinos residentes en las monarquías conservadoras de la península Arábiga; las rencillas interiores, especialmente con el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), han sido otros tantos elementos que a sensu contrario han facilitado la negociación.

Naturalmente, la debilidad de Arafat y el endurecimiento de las condiciones de vida en los territorios ocupados, además de la Intifada, crecientemente aprovechada por los radicales palestinos, han propiciado concesiones que han facilitado el acuerdo.

2. Por parte árabe, es evidente que la pulsión palestina hacia la firma de la paz con Israel ha sido un elemento difícilmente ignorable. Además, las condiciones de la zona han cambiado sustancialmente en los últimos años. Líbano, un factor irritante de primera magnitud, ha sido domesticado. Siria ha adquirido, a los ojos de Occidente, una nueva respetabilidad como consecuencia de su posición en la guerra del Golfo. Y Jordania, con un rey enfermo, acosado por las demandas de una población crecientemente radicalizada y deseoso de encontrar una solución política viable a la cuestión palestina (lo que puede pasar por una confederación jordano-palestina), ha tenido una influencia moderadora.

3. Finalmente, por lo que respecta a Israel, es obvio que la dulcificación de su intransigencia se debe a dos factores principales: la presión de Estados Unidos para que se plegara al proceso de paz y la delicadeza con que todos los protagonistas (árabes y judíos) se trataron durante la guerra del Golfo: como si hubieran sido aliados frente al enemigo común, Irak.

Esta complicada combinación de elementos llevó a la Conferencia de Madrid, primero, y ha facilitado ahora el acuerdo. ¿Será que el nuevo orden internacional tiene originales maneras de manifestarse? Si es así, bienvenido sea.

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