Dolor y rabia
Hace unos día salí de Torremolinos con destino a Jerez de la Frontera. Recorrí la autovía de la Costa del Sol a su paso por miles de urbanizaciones apiñadas junto al mar y pegadas a la carretera creyéndome transportado a la M-30. Toda la zona entre Málaga y Estepona parece una misma y continua gran ciudad. Antes de llegar a Algeciras, en vez de continuar por la costa tomé la carretera que conduce a Jerez por el interior.A medida que te alejas del litoral, el paisaje es cada vez más hermoso. Atraviesas bosques inmensos de alcornoques centenarios y el terreno se ondula y se vuelve poco a poco más escarpado. Toda esta zona de la provincia de Cádiz fue declarada parque natural en 1989. Me desvié a Alcalá de los Gazules y en la agencia de medio ambiente solicité información y el permiso para visitar el parque. Las personas del centro fueron extraordinariamente amables conmigo y sus indicaciones resultaron precisas y valiosas.
Recorriendo los senderos entre aquellos árboles y ascendiendo lentamente hasta la sierra del Aljibe experimenté una íntima e intensa relación con la naturaleza. Cuando he escuchado en el telediario que un incendio declarado en Los Alcornocales llevaba arrasadas 800 hectáreas, he sentido un enorme dolor. Y rabia. Y ganas de llorar. Dios sabe cuánta extensión de arbolado habrá desaparecido mañana...
El patrimonio natural español arde cada verano. Sus rincones más hermosos, aquellos donde la zarpa constructora no ha llegado todavía, se queman día tras día. No me resigno a vivir en un desierto ni a veranear en una infinita urbanización costera. No quiero.-
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