Dos novillos de verdad

Albacete abrió su feria taurina con una novillada, pero que sólo lo fue con los dos últimos bicornes, a los que se enfrentaron, pudieron y con los que se lucieron Pedrito de Portugal y Rivera Ordóñez. Así de fácil es la fiesta cuando se desarrolla con la autenticidad de la presencia del toro, que ya alcanza el éxtasis cuando, además, éste se adorna con el difícil milagro de la casta, como sucedió con los dos bravísimos ejemplares de La Rambla, propiedad del ganadero local Daniel Martínez.El festejo transcurría por los cauces del sopor, el aburrimiento y el silencio abacial hasta ese instante mágico en que el quinto novillo asomó por chiqueros. Antes fue una cabrada. El nombre es el más adecuado cuando se lidian cabras, con el defecto añadido en esta ocasión de su invalidez y de prejubilación pese a su juventud. Lo que los coletudos desarrollaron ante ellos era, lógicamente, cabrear en lugar de torear.

Con las cuatro primeras mingurrias ningunearon los espadas toreando de salón, faceta en la que destacó el paisano Manuel Montoya, que actuó y eso sí que es un milagro de verdad, con un brazo fracturado. Lo pagó caro, pues al entrar a matar se le reprodujo la lesión y ya no pudo salir a hacer lo propio con el cuarto. El fulgor y la verdad reaparecieron con los galafates quinto y sexto. Se produjo la plenitud porque Rivera Ordóñez, cada día más lo segundo en cuanto a la clase que derrama y lo primero por su entrega, lo sometió antes de lucirse con todo tipo de variadas suertes con duende. Pedrito se motivó y le dio una réplica similar, menos ortodoxa pero más espectacular.