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Juan Pablo II denuncia en Lituania el "insidioso materialismo práctico"

"En este delicado momento histórico, tras haber sufrido el influjo negativo de la ideología marxista, el pueblo lituano afronta ahora el impacto con otro tipo de cultura aparentemente menos agresiva, pero en realidad no menos insidiosa, ya que se encuentra en buena medida atravesada por un materialismo práctico que atenta contra las raíces mismas de la experiencia religiosa". El Papa hizo ayer, ante la Conferencia Episcopal lituana, esta declaración de principios.

La declaración resume el tema central del tercer día de su visita a Lituania. La jornada papal transcurrió en Kaunas, la segunda ciudad del país y la más rica, importante puerto fluvial, centro del independentismo lituano durante el siglo XIX, primera capital provisional del Estado entre 1920 y 1939, sede de la resistencia religiosa durante la época soviética y urbe mucho más homogénea desde el punto de vista étnico que la actual capital, Vilna, en la que conviven unos 291.000 lituanos, 120.000 rusos, 100.000 polacos, 97.000 bielorrusos y grupos menores de ucranios y hebreos que completan un censo de más de 600.000 personas.Un sol radiante, en una mañana rasa y especialmente fría, vino a destacar la belleza de este país rico en colores, vegetación y arquitectura histórica. El hombre "es, por desgracia, capaz de destruir la faz de la tierra, como demuestran las guerras y los desastres ecológicos", dijo Juan Pablo II en la homilía de la misa que celebró en un gran prado abierto junto a la confluencia de los ríos Neris y Nemunas. Pero no fue la contaminación el principal peligro que el Papa advirtió en el horizonte de un pueblo no demasiado lejano del umbral de consumo de las sociedades desarrolladas.

"Busca en vano la felicidad quien, fijando la mirada en sí mismo y escuchando el reclamo de falsos profetas, se encamina por la vía del consumismo, del permisivismo moral, del egoísmo cultivado, como estilo de vida, de la indiferencia religiosa", aseguró el Pontífice por la tarde a unos 140.000 jóvenes reunidos en el estadio de Kaunas.

El discurso papal de ayer ante estos jóvenes fue mucho más escueto y libre de tonos apocalípticos que el que el mismo Juan Pablo II pronunció el mes pasado, en Denver, ante los reunidos con motivo del Congreso Mundial de la Juventud. Pero es que también las circunstancias de los adolescentes lituanos son distintas de las que se viven al oeste de sus fronteras.

Opulencia soñada

Lituania es un país en el que la opulencia puede ser soñada, pero hoy por hoy difícilmente vivida. Todo en él es escaso, aunque aparentemente suficiente como para marcar el umbral desde el que, si se produjeran las inversiones esperadas, el nivel de consumo podría acercarse rápidamente a la de otros países de Europa. Los comercios de alimentación parecen los más deficientes, por suministros y condiciones sanitarias. En los de ropa o electrodomésticos hay, en cambio, un poco de todo, aunque en calidades muy modestas.Lituania aspira a entrar en el área económica de los países nórdicos, pero su destino de país católico resulta siempre más ligado a Polonia y Rusia. Las inversiones suecas y finlandesas han afluido con más generosidad a las vecinas Letonia y Estonia, donde el protestantismo es la religión dominante.

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Los principales signos del cambio económico en Lituania son un desequilibrio entre salarios y precios, que se afrontan con el pluriempleo; la llegada de pocos coches de importación; la apertura de algunos restaurantes de lujo, y la moda del destape en contados locales nocturnos donde se bebe y se baila hasta muy de madrugada.

"Tras algunos fenómenos juveniles modernos, como el consumo de drogas, la búsqueda de paraísos artificiales, el mercado del sexo y de la pornografia, la violencia y la delincuencia juveniles, los fantasmas racistas, el suicidio, acecha un vacío profundo y alienante, una crisis de valores que desemboca inevitablemente en un grave extravío moral", ad virtió el Papa.

Consultas sacerdotales, lecturas evangélicas, participación en "movimientos de espiritualidad" -como el de los neocatecúmenos o el Opus Dei, que ganan adeptos en las nuevas circunstancias-, distanciamiento de las sectas -como los mormones o el Haré Krishna, que también crecen en Lituania hasta el punto de preocupar al Papa- y prácticas sacramentales marcan la vía que Juan Pablo II propuso ayer a los jóvenes lituanos para que "sirvan a la Iglesia como ministros" o lleguen a fundar una familia que sea "una pequeña iglesia doméstica".

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