La unidad inconclusa

Tres años después de la reunificación, Alemania se encuentra en una crisis que no sólo afecta a la economía, sino también al clima político. Por lo que se refiere a los alemanes del Este, las razones son evidentes. Al miedo a perder el puesto de trabajo o al sentimiento de desclasamiento (...) se une la inseguridad (...). Una cifra basta para mostrar lo que eso significa para millones de personas: entre 1989 y 1992, la tasa de natalidad descendió en tomo al 70% en los nuevos Länder. También en Occidente se acumulan las dificultades. Cada vez más personas son conscientes de que Alemania no sólo se ha hecho más grande, sino que además ha cambiado su estado de ánimo, lo que intranquiliza a muchos, pues requieren una reorientación. (...) Las preguntas se dirigen sobre todo a la clase política. Los electores quieren saber por qué han de aceptar incomodidades y con qué contrapartida. No hay más que una respuesta: la reunificación del pueblo alemán en un Estado libre es un valor en sí mismo, un valor que justifica sacrificios mucho mayores que los que han motivado la discusión hasta ahora. Sin embargo, el problema de la Alemania reunificada es que su clase dirigente parece poco adecuada para despertar la sensibilidad hacia quienes necesitan ayuda. Les falta la capacidad de despertar en su propio pueblo sentimientos nacionales, utilizando así las fuentes de energía precisas para concluir la unidad interna.

2 de septiembre