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Cautela palestina e israelí sobre el histórico pacto

Estados Unidos dio el empujón definitivo al acuerdo negociado secretamente en Oslo

Antonio Caño

Los palestinos y los israelíes, enfrentados durante medio siglo en uno de los más irresolubles conflictos del mundo, negociaban ayer en Washington una declaración de principios que permitirá a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) administrar desde ahora una parte de los territorios ocupados por Israel en 1967 como paso previo hacia su completo control de una entidad nacional palestina -por primera vez en la historia-, aunque reciba finalmente el nombre que reciba. Los protagonistas de estas conversaciones quisieron, sin embargo, alertar sobre las dificultades que será necesario todavía superar para convertir en realidad un compromiso que equivale en la región de Oriente Próximo a la caída del muro de Berlín en Europa.

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"Todo está ya listo y pendiente únicamente de la aprobación de nuestro Comité Ejecutivo", dijo ayer en la capital norteamericana el portavoz palestino Nabil Shaath al anunciar oficialmente la consecución del acuerdo. "Tenemos un compromiso", explicó, "que debería hacer felices a ambas partes y que va más allá de un clásico acuerdo provisional. Es un compromiso que abarca todos los aspectos y establece una agenda para el acuerdo final", añadió el representante de la OLP.El acuerdo de principio fue aprobado el lunes por el Gobierno israelí, pero todavía tiene que ser votado por el principal órgano de dirección de la OLP, donde su líder, Yasir Arafat, hace frente a una fuerte oposición.

El delegado israelí en las negociaciones, Itamar Rabinovich, fue mucho más prudente que Nabil Shaath en su valoración de la situación actual, y advirtió que los aspectos concretos del acuerdo "aún tardarán en cristalizar".

El acuerdo previo negociado por palestinos e israelíes en sus recientes conversaciones secretas en Noruega prevé una administración inmediata de la OLP sobre Gaza y la ciudad de Jericó, así como la autonomía limitada del resto de Cisjordania y la continuación de negociaciones en el plazo de dos años para que todos los llamados territorios ocupados queden bajo una autonomía controlada por los palestinos en un futuro próximo.

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Carta palestina

Ese acuerdo incluye, según los datos que han ido revelando ambos lados, el reconocimiento formal por Israel de la OLP -a la que hasta ahora se calificaba de grupo terrorista-, la eventual disolución de esta organización para convertirse en Gobierno de los territorios devueltos y la eliminación del artículo de la Carta palestina (Constitución) que aboga por la desaparición del Estado de Israel. La discusión sobre Jerusalén parece quedar aplazada. En resumen, un conjunto de decisiones que cualquiera hubiera considerado un sueño inalcanzable hace tan sólo una semana.

Según el acuerdo, en los dos meses siguientes a la entrada en vigor del mismo se llegará a un pacto sobre la retirada militar israelí de Gaza y Jericó, que deberá completarse en cuatro meses. También se prevé una fuerza o una presencia internacional temporal.

La portavoz de la delegación palestina en las negociaciones de Washington, Hanan Ashraui -una pieza fundamental de este proceso negociador-, se mostró muy cauta y afirmó que no conviene lanzar las campanas al vuelo hasta que todo no esté oficialmente firmado y empiece a ponerse en práctica. "Es cierto que estamos ante un verdadero cambio histórico, pero no conviene darlo por hecho hasta que no tengamos todo atado", declaró Ashraui al empezar las conversaciones de ayer.

EE UU, patrocinador e impulsor de estas negociaciones desde que el proceso se puso en marcha en Madrid en octubre de 1991, tiene ahora que conseguir que los principios acordados se conviertan en hechos.

Si el acuerdo fuera aprobado con el contenido que se le presume, se espera una solemne ceremonia de firma del mismo en Washington a la que acudirían Simón Peres, primer ministro israelí, y algún alto representante de la OLP, probablemente Yasir Arafat, en presencia del secretario de Estado de EE UU, Warren Christopher.

La posición norteamericana es clave para reforzar la posición política del Gobierno israelí frente a los extremistas enemigos del acuerdo. Al fin y al cabo, la ayuda estadounidense es una parte sustancial del sostén económico israelí.

Además, la Administración estadounidense tendrá que hacer valer también su influencia sobre las ricas monarquías árabes del Golfo para que contribuyan política y económicamente a la estabilidad de la nueva entidad palestina en proceso de creación.

Según las informaciones de la prensa norteamericana, Estados Unidos se mantuvo todo el tiempo al margen de las conversaciones secretas de Noruega. Sólo cuando el acuerdo estaba a punto, el ministro de Exteriores israelí, Simón Peres, viajó hasta California el viernes pasado para pedir al secretario de Estado, Warren Christopher, el empujón definitivo.

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