Verano negro en la Habana
La escasez de alimentos y energía se suma al calor infernal de agosto en la capital cubana
Cerca de 11 millones de cubanos viven este verano una pesadilla. A la escasez crónica y las crecientes restricciones de luz, gas, transporte y alimentos, se ha su mado el calor infernal de uno de los peores agostos que recuerda el régimen revolucionario. Se trata de una crisis de 33 grados a la sombra con un índice de humedad altísimo, contra la que no sirven ni la playa ni el ventilador. Desde principios de mes, debido a la falta de petróleo, los apago nes en La Habana son de 12 horas diarias, y las guaguas (autobuses) que llevan a las playas son tan escasas que sólo pueden bañarse en ellas quienes se atreven a viajar 10 o 20 kilómetros en bicicleta. Pero si los apagones se han convertido en una pesada cruz para los habaneros, peor es la situación en el resto del país, donde los cortes de eletricidad pueden llegar a 16 y 20 horas diarias. Los apagones desgastan. Primero desgastan los nervios y acaban con la paciencia de la gente, que sale a dormir a la terraza o a la calle cuando la luz se va en horas de la noche. Luego se estropean los refrigeradores, los televisores y los electrodomésticos, para los cuales no hay respuestos, sin luz para echar a andar, convirtiéndose en una poderosa causa de descontento.
Bajo el amparo de una oscuridad total, sin alumbrado público y con la cabeza caliente debido al calor infernal, algunos han empezado a cometer actos de vandálismo, como arrojar botellas y latas desde las azoteas de apagados edificios, a romper vitrinas y escaparates, o a apedrear los autobuses y coches particulares en los barrios más conflictivos de la capital. Asimismo, los ladrones y delincuentes han dado rienda suelta a su vocación y muchos de ellos se han beneficiado de los apagones, y ahora trabajan con menos riesgo y más impunidad.
Unos pocos han visto en la oscuridad una oportunidad para manifestar su desacuerdo con el régimen. Tras varias noches de apagón, algunos muros y casas de los barrios del Diez de Octubre y San Miguel del Padrón aparecieron pintados con consignas contra la revolución y algunos de sus principales dirigentes. Asimismo, en barrios levantiscos, como Buenavista o Cocosolo, algunos de los funcionarios más ortodoxos se meten a sus casas cuando se va la luz, pese al calor, para evitar problemas.
Noches de apagón
Las autoridades intentaron reducir al mínimo los apagones nocturnos para evitar molestias a la población. Después de una noche de apagón -y en La Habana tres veces por semana se va la luz desde las ocho de la noche hasta las cuatro de la madrugada-, la gente está de mal humor, con ojeras, y debido al cabreo muchos no van a trabajar o llegan tarde, y pocos son los jefes que tienen moral para reprochar nada. Sin embargo, en las últimas semanas, la crítica situación energética comienza a provocar reacciones verdaderamente preocupantes para el régimen.
Un ejemplo es que en se ha notado Un aumento del número de policías que protegen a los turistas en La Habana vieja, el Vedado y las zonas más céntricas, donde han aumentado los hurtos y tirones en comparación a hace unos meses.
Los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), creados en un principio para vigilar y prevenir acciones revolucionarias, y que luego derivaron en labores sociales, como velar por la vacunación de los niños u organizar trabajos voluntarios, han vuelto a cobrar cierto protagonismo, y ahora una de sus funciones es luchar contra la delincuencia y evitar los actos de vandalismo y también las protestas contrarrevolucionarias.
Sin embargo, los miembros del CDR sufren los apagones como todos los cubanos, y tras una noche de apagón, cualquiera baja la guardia. Además, los centros de diversión escasean estas vacaciones, al igual que la ropa, el detergente, el agua o el jabón, y esto es un grave problema cuando los termómetros marcan 33 húmedos grados a la sombra.
El verano es infernal, pero, pese a todo, el Gobierno cubano intenta rebajar tensiones y, en medio de la crisis, ha ordenado excarcelar a todos los ciudadanos condenados por tenencia de dólares.
También ha organizado una colecta en todo el país para garantizar que no se cierre ninguna escuela. Se han recogido lápices y libretas, tela para uniformes, y algunos voluntarios han reparado las aulas más castigadas por el abandono. El calor en Cuba es infernal, y los nervios de la gente están muy desgastados. Sin embargo, 2,5 millones de cubanos podrán seguir estudiando el próximo año y no pagarán un centavo.
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