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Humanizar la guerra

Una conferencia internacional buscará a fin de mes en Ginebra fórmulas para limitar la barbarie en los conflictos bélicos

"El tiroteo terminó, pero no la matanza. Los soldados se precipitaron hacia las casas vecinas. Pronto, los muertos, los moribundos, los heridos, los supervivientes fueron cargados en los mismos camiones. En el trayecto al hospital, en un baño de sangre, los militares prosiguieron con su salvaje trabajo, rematando a bayonetazos a quienes aún respiraban. Los pocos que se salvaron deben la vida a que fueron arrojados los primeros a los vehículos y protegidos por una capa de cadáveres". Este testimonio de un delegado del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) puede referirse a Bosnia, a Somalia, a Tayikistán o a cualquiera otra de las guerras de este apocalíptico fin de siglo.Pero es un testimonio real, como. los centenares, miles, que se almacenan en la sede central del CICR, en Ginebra, y que se refieren a ejecuciones sumarias, torturas sistemáticas, limpiezas étnicas, deportaciones masivas o ataques a las organizaciones de ayuda humanitaria. Todos ellos componen un panorama de horror que hace dudar de que los hombres sean mejores que las bestias. La Cruz Roja, que ha dedicado su ya larga existencia a intentar humanizar la guerra, a defender reglas de comportamiento civilizado en los conflictos armados, se encuentra, en la actualidad, confrontada a la evidencia de nuevos problemas, a un deterioro de la situación humanitaria que pasa por la violación sistemática de la letra y el espíritu de las convenciones y protocolos que, suscritos por la inmensa mayoría de los Estados, intentan poner orden en el caos de la guerra.

El 30, de agosto se inicia en Ginebra una Conferencia Internacional sobre la Protección de las Víctimas de la Guerra, convocada por el Gobierno suizo, a instancias de la Cruz Roja y en la que estarán representados casi 190 Gobiernos. Su objetivo no es parar la guerra, ni siquiera denunciar situaciones concretas, condenar a este o aquel bando de tal o cual conflicto, sino llegar a un consenso generalizado que permita la aplicación del derecho humanitario y haga posible el castigo de quienes lo violen.

Inversión humanitaria

Una incursión en la utopía que, para los directivos del CICR, como Yves Sandoz, Director de Doctrina y Derecho, "supone una inversión humanitaria, un intento de estimular la voluntad política de los Estados de que se respeten unas normas mínimas de comportamiento, de que haya un compromiso expreso y colectivo". Un esfuerzo que, en su opinión, "exige un compromiso de neutralidad" e incluso "no entrar en la forma de acabar con las propias guerras, lo que debe intentarse a través de otros mecanismos". "Hay mucho por hacer", añade, "como difundir las reglas ya existentes, promover el trabajo de la Comisión Internacional de Establecimiento de los Hechos, estimular los mecanismos penales de represión y castigo, reparar los daños y coordinar la acción humanitaria".Según Jean de Courten, director de Operaciones del CICR, "el giro en la situación es notable desde que, en 1989, se produjo una aceleración histórica consecuencia del fin de la guerra fría, en la que las dos superpotencias intentaban que sus apadrinados no cometiesen atrocidades en los conflictos concretos que empañasen su imagen ideológica". En esa situación, añade, "se soslayaban factores locales, regionales, étnicos y religiosos, ocultos, latentes, pero no muertos, y que ahora resurgen con una violencia inusitada, despertando odios que dan lugar a toda clase de atrocidades. Así ha ocu rrido, por ejemplo, en algunas repúblicas de la antigua Unión Soviética, que eran poco menos que terra incognita. En otras zonas, en países africanos como Angola, el cambio del panorama internacional ha transformado el carácter del enfrentamiento interno, pero no ha reducido su crueldad". En su opinión, "existe el riesgo de una debacle humanitaria, de una catástrofe de proporciones inimaginables si no se dice basta de forma decidida".

De Courten considera negativa la tendencia creciente a mezclar lo político y lo militar con la acción humanitaria. "Es imposible", señala, "que un militar sea aceptado por todas las partes involucradas en una guerra. Por definición, un soldado no es un agente humanitario, aunque sea de la ONU, mucho menos cuando no siempre es posible trazar la frontera entre las operaciones de consecución y mantenimiento de la paz

El director de operaciones de la Cruz Roja rechaza también la utilización de lo humanitario como coartada a la falta de voluntad política de resolver los conflictos bélicos. No se le escapa, sin embargo, las contradicciones a que ello conduce, lo que, por ejemplo, le impide condenar las operaciones de los cascos azules en Bosnia o en Somalia. En este último país, antes de la masiva intervención internacional, sus equipos y convoyes fueron protegidos con frecuencia por grupos formados por miembros de los bandos enfrentados. "Era una situación excepcional, crítica y caótica", apunta. "No había ni autoridad central ni orden, sólo miseria, hambre y enfermedad. Era imposible llegar a las víctimas con nuestros propios medios".

Rechazar lo inaceptable

Tal y como señala Sandoz, "el deterioro de la situación humanitaria hacía imprescindible una reunión como la que va a celebrarse en Ginebra", y en la que el objetivo fundamental será evitar que Bosnia gane un protagonismo indeseado, ya que no se trata de analizar guerras concretas. El lema podría ser "rechazar lo inaceptable, las violaciones del derecho humanitario, proteger al máximo a las víctimas, hacer posible la sanción penal de las infracciones...".En definitiva, evitar que, en el futuro, se multipliquen informes de delegados de la Cruz Roja como el siguiente: "Los policías que acompañaban al convoy hicieron descender a los hombres de los autobuses, de dos en dos; les condujeron hasta el borde del acantilado y les mataron de un balazo en la cabeza. Después de asesinar a unos 50, sacaron a grupos mayores, de 10 a 15 hombres, les situaron ante el abismo y les dispararon ráfagas de metralleta. Sus cuerpos cayeron al vacío..."

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