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El Ejército posee una planta diseñada para fabricar armas químicas a sólo 14 kilómetros de Madrid

Miguel González

Los responsables del Ministerio de Exteriores se quedaron atónitos cuando Defensa les remitió hace unos meses un documento en el que se calificaba de planta productora de armas químicas la fábrica militar de La Marañosa, a 14 kilómetros de Madrid. El documento, un borrador de la declaración que debe hacer España como firmante de la convención sobre erradicación de armas químicas, desmentía la doctrina oficial española durante décadas de que ni ha producido ni tiene intención de adquirir el armamento más repulsivo que existe. El borrador ha sido modificado, y la declaración definitiva calificará La Marañosa como laboratorio de investigación en agresivos químicos para el desarrollo de sistemas de protección y a efectos médicos. Una comisión internacional verificará si es verdad que ya no produce armas químicas, porque sí las produjo en el pasado.

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La historia de La Marañosa es uno de los secretos mejor guardados del Ejército español. No se ha difundido documentación alguna sobre ella, nunca se ha informado a la opinión pública y pocas personas, en las Fuerzas Armadas o el Ministerio de Defensa, tienen una idea clara de sus orígenes y actividades.La Fábrica de Productos Químicos del Jarama, como se llamaba entonces, se fundó en 1923, al inicio de la dictadura de Primo de Rivera. Inmediatamente, según fuentes militares, empezó a producir iperita, fosgeno y otros gases vesicantes y asfixiantes empleados en la I Guerra Mundial. Diversos testimonios sostienen que la Aviación española los utilizó para aplastar la sublevación del Rif, concluida en 1927, aunque España nunca lo reconoció.

Durante la guerra civil, debido a su proximidad al frente, Franco trasladó las instalaciones a la localidad de Cortes (Navarra). En 1940, acabado el conflicto y coincidiendo con la creación del Regimiento de Defensa Química, La Marañosa volvió a ponerse en marcha, con ayuda de técnicos nazis. Antiguos directivos de la fábrica aseguran que la producción de armas químicas se suspendió pocos años después de la Segunda Guerra Mundial y que los agresivos almacenados fueron destruidos o neutralizados con los procedimientos de la época. No hay, sin embargo, datos precisos al respecto.

715 hectáreas

La Marañosa sigue en funcionamiento, ocupa 715 hectáreas, da empleo a unas 200 personas, de las que alrededor del 25% son ingenieros politécnicos del Ejército. Además de la Fábrica de Productos Químicos, cuenta con un Laboratorio Químico de Armamento, un Polígono de Tiro y una Galería de Experiencias.Mientras que las antiguas fábricas militares de armamento fueron transferidas a la empresa publica Santa Bárbara, La Marañosa sigue siendo propiedad de Defensa y depende de la subdirección de Tecnología e Investigación. Sin embargo, es el Ejército de Tierra el que controla el complejo, cuya dirección corresponde a un coronel en activo.

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Fuentes militares justifican la investigación en nuevos agresivos químicos, su principal actividad, argumentando que "hay que conocer todas las armas que podría utilizar contra nosotros un hipotético enernigo". Además, España fabrica equipos de protección para ataques químicos -caretas, detectores o descontaminantes- y "no podemos saber si son eficaces si no tenemos gases tóxicos para probarlos". La Marañosa produce también, según las mismas fuentes, artificios especiales, como botes de humo o señuelos infrarrojos.

Expertos en la materia subrayan, sin embargo, que continuar la investigación sobre este tipo de armas equivale a mantener la capacidad para producirlas en cualquier momento. Las plantas químicas civiles pueden reconvertirse, en apenas unas semanas, en fábricas de armamento químico si se tiene la tecnología necesaria. Salvo excepciones, resulta más rentable esta opción que la de producir armas químicas, costosas y peligrosas de almacenar, en tiempo de paz.

España se adhirió en 1929 al protocolo de Ginebra de 1925, sobre prohibición del uso de armas químicas en guerra. Sin embargo, esta protocolo no prohibía la producción de dichas armas y ni siquiera su empleo en conflictos internos, guerras no declaradas o sublevaciones coloniales. Además, España presentó cuando se adhirió al protocolo una reserva según la cual sólo cumpliría su compromiso "a condición de reciprocidad".

Es decir, se reservaba el derecho a responder con armas químicas a un ataque de esta naturaleza para lo cual debía tener dichas armas o al menos capacidad para producirlas. Esta reserva ha estado vigente durante 63 años. El Gobierno español no la retiró hasta el 17 de diciembre de 1992, cuando estaba ya lista la convención sobre prohibición total de armas químicas, firmada en París el pasado 13 de enero.

La nueva convención prohíbe fabricar armas químicas, pero no agresivos químicos. La diferencia entre ambos está en la cantidad de sustancia tóxica que se fabrique y en su finalidad: para emplearla en guerra, en el primer caso; y para investigación sanitaria o en sistemas de protección, en el segundo. El Gobierno español considera que La Marañosa entra en el último supuesto.

Cuando la convención entre en vigor, la planta será visitada por inspectores internacionales, quienes comprobarán si la declaración española coincide con sus actividades. Además, deberán destruirse los agresivos químicos una vez que se realicen los experimentos autorizados y no podrán almacenarse, como se hace hora, ni siquiera en cantidades insignificantes.

La Marañosa, zona militar

La carretera que lleva a La Marañosa se ve bruscamente interrumpida por una barrera, una garita y un cartel que advierte: "Prohibido el paso. Zona Militar". El pueblo está al otro lado de una valla que rodea 715 hectáreas de pinar, a sólo 14 kilómetros al sur de Madrid. Se trata de un pueblo Muy especial: su población la forman unas 500 personas: los trabajadores de la fábrica, la mayoría militares, y sus familias. Entre los edificios encalados destacan las casas de los mandos, en estilo andaluz, de moda en los años veinte. La fuente del pueblo está coronada por un proyectil. Los escudos que adornan las papeleras son los de la empresa. Lo que parece el ayuntamiento es un local administrativo donde, en vez de edictos municipales, se exponen las órdenes del coronel de la fábrica. En el Ayuntamiento de San Martín de la Vega, del que depende, saben muy poco de La Marañosa. Según las normas subsidiarias del municipio, hay allí una fábrica de productos químicos, con más de 50 edificaciones; un laboratorio químico; una galería de tiro y un polígono de experiencias, además de un poblado, un colegio, una iglesia e instalaciones deportivas. La Marañosa no paga impuestos municipales y carece de control urbanístico o industrial.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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