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Más de 5.000 implantes de válvulas cardiacas se realizan anualmente en España

Las mujeres toleran peor que los hombres los injertos de origen porcino

Rosa Rivas

En España se realizan más de 5.000 injertos de válvulas cardiacas anualmente. Esto supone un gasto sanitario de unos 2.500 millones de pesetas, afirma José Manuel Revuelta, catedrático de cirugía de la Universidad de Cantabria y director del seminario Sustitutos valvulares para el corazón, que finaliza mañana en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo, en Santander. Entre los especialistas del seminario figura Donald Ross, el primer cirujano que realizó un trasplante de válvula cardiaca humana, en 1962. Dada la escasez de donantes, Ross recomienda el uso de autoinjertos y homoinjertos en el caso de niños y jóvenes.

Treinta y un años después de la operación, aún late con fuerza el corazón del hombre británico con quien Donald Ross inició las operaciones que le han dado prestigio. El paciente recibió una válvula humana procedente de un cadáver (lo que se llama homoinjerto).Tras su primer homoinjerto, el cirujano desarrolló en 1967 un sistema de autoinjerto, consistente en extraer del paciente una válvula pulmonar para sustituir su válvula aórtica defectuosa y reemplazar esa válvula pulmonar con otro injerto de un donante.

"Aunque se ha demostrado la viabilidad de prótesis cardiacas artificiales y de origen porcino, no hay nada como la válvula humana, tanto del propio cuerpo del paciente como de otro donante", asegura el cirujano británico.

Las válvulas humanas son las que dan mejores resultados, duran una media de 20 años y son menos costosas que las otras. Sin embargo, la disponibilidad de donantes es escasa Según Donald Ross, el uso de autoinjertos y homoinjertos es preferible en el caso de niños y personas jóvenes.

Ross, de 70 años, es jefe de cirugía cardiaca del National Heart Institute de Londres y colabora habitualmente con centros hospitalarios españoles (Madrid, Barcelona, Santander ... ). En estos momentos trabaja en la implantación de bioprótesis porcinas sin el habitual material artificial donde se sutura la válvula.

El uso de las bioprótesis de cerdo está tan extendido que ya quedan al, margen escrúpulos religiosos. "Hasta los musulmanes las usan", afirma Ross.

La duración de las válvulas porcinas, utilizadas desde 1965, es de unos 15 años. Estas bioprótesis presentan, en general, buena tolerancia. No obstante, según Craig Miller -profesor de cirugía cardiovascular en la universidad norteamericana de Stanford-, en 1992 se comprobó, "después de más de 13 años de seguimiento", que el organismo de las mujeres jóvenes presenta mayor rechazo que los hombres a las válvulas porcinas.

"Hemos descubierto, además, que las mujeres embarazadas tienen aún menos tolerancia", añade el cirujano.

Desde el inicio de los implantes valvulares, se han efectuado en todo el mundo unos cinco millones de operaciones, cifra que va en aumento. El 70% de las válvulas cardiacas que se injertan son mecánicas, el 25% procede de animales (de ternera y, sobre todo, de cerdo) y lleva algún tipo de soporte artificial. Sólo un 5% son de origen humano.

La implantación del tipo de válvula depende de las condiciones del paciente. En el caso de la aórtica, el homoinjerto es efectivo. Con la mitral, la bioprótesis porcina ofrece buenos resultados.

Tanto el cirujano estadounidense como el británico opinan que no todas las personas son óptimas receptoras de válvulas porcinas. Quienes mejor las toleran son hombres y mujeres mayores. Otro factor de preferencia de las bioprótesis sobre las mecánicas, es que los ancianos que viven solos olvidan con frecuencia acudir a las revisiones o tomar sus medicamentos, algo imprescindible en las prótesis artificiales. Las válvulas artificiales que más se usan están hechas de carbón pirorítico, un material muy resistente a la formación de coágulos y trombos.

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Sobre la firma

Rosa Rivas
Periodista vinculada a EL PAÍS desde 1981. Premio Nacional de Gastronomía 2010. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. Master en Periodismo Audiovisual por Boston University gracias a una Beca Fulbright. Autora del libro 'Felicidad. Carme Ruscalleda'. Ha colaborado con RTVE, Canal +, CBS Boston y FoolMagazine.

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