El premio
Se ha celebrado en un maravilloso paraje de la costa norte de Mallorca, cerca de DeIá, una extraña sesión de memento por la muerte hace un año de Juan March Cencillo. Juanito March era persona afin a la poesía -que cultivaba a salto de mata-, a la belleza y a la tertulia. Cada jueves de agosto, la gente se agolpaba en el jardín de su casa con el pretexto de atender las tonterías que les venían a contar charlistas más o menos ilustres. Muchos no las entendían: eran alemanes o ingleses que no hablaban castellano; otros simplemente pertenecían a la jet. En realidad todos se arracimaban para dejarse ganar por la magia del lugar y, con un poco de suerte, contemplar en el atardecer alguno de los ovnis que el dueño de casa aseguraba volaban sobré el mar frente a ella. También se bebía vino blanco.Muerto el inspirador, las conversaciones de Son Galcerán ya no podrán celebrarse. Pero para conmemorarlas, se ha creado un premio anual de novela corta, dotado con un millón de pesetas. No se atreven a decirlo, pero les gustaría retomar la trayectoria del viejo Premio Formentor, el más internacional de los galardones de novela que nunca se otorgó en España, muerto de inanición hace años. Entre los March, a quienes no faltan los medios de fortuna, y Basilio Baltasar, el editor de Bitzoc, a quien sobra intuición, puede que lo consigan.
Las cosas pequeñas, si son mimadas, florecen. Como dijo Baltasar Porcel durante la velada, dentro de cinco años podrá empezarse a hablar del Premio Juan March de Novela Corta. Y dentro de 10, si resiste, podrá celebrarse su buen estado de salud. Ojalá. Mientras tanto, dejemos que sonría su primer ganador, Alfredo Taján, autor de El salvaje de Borneo. Motivos tiene: los finalistas fueron Vicente Molina Foix y Camilo José. Cela Conde.
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