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Los sevillanos se han bebido en lo que va de año agua embotellada por el precio de tres pantanos

El agua del grifo en Sevilla no cumple los índices mínimos de calidad europeos. La compañía suministradora ha solicitado en dos ocasiones a Sanidad que eleve los niveles má ximos autorizados de algunos parámetros, como el contenido en magnesio, para situarse dentro de los límites sanitarios. Esta agua se toma del Guadalquivir, a cuyo cauce vierte Jaén sus residuos sin depurar. Su mal sabor hace que los sevillanos prefieran com prarla envasada, hecho que les ha costado más de 11.000 millones de pesetas en lo que va de año. Esta inversión equivale al precio de tres pantanos, con los que podría garantizarse el suministro de los 1,3 millones de habitantes de Sevilla.

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"Lo que no va en lágrimas va en suspiros", comentaba uno de los biólogos que trabajan a destajo en las estaciones sevillanas de depuración de agua para intentar que el agua de los grifos en Sevilla no contenga agentes patógenos y que su ingestión no produzca epidemias. "Estamos rebasando el Código Alimentario. Hasta ahora hemos conseguido evitar desgracias. Es un problema tremendo. Gracias a Dios que no hemos tenido un follón, una intoxicación o algo así".José Luis Prats, gerente de Emasesa, la compañía municipal suministradora de agua a Sevilla, se santigua todos los días para que no ocurra ningún percance. Hasta ahora los servicios técnicos de su compañía han conseguido neutralizar los patógenos que transporta el río Guadalquivir en el punto donde se bombea agua para la ciudad, desde que se agotaron los embalses (Aracena, Zufre, Minilla y Gergal) de su suministro habitual.

.Hasta ese punto el río Guadalquivir, muy cerca de la capital, arrastra todas las heces y residuos que vierte sin depurar a su cauce la ciudad de Jaén y los contaminantes de la industria agroalimentaria andaluza, principalmente alpechín de las más de 1.000 almazaras situadas a lo largo de la cuenca, de azucareras, de polígonos químicos (en Sevilla y Alcalá de Guadaira principalmente) y de la minería.

El Guadalquivir dispone de momento de 33 estaciones de control de calidad sobre 1.743 kilómetros cuadrados, de agua superficial distribuida por toda su cuenca. Los controles analizan 23 parámetros diferentes, con arreglo a unos índices de calidad establecidos por la Comunidad Europea. Tomando el índice 100 como nivel de calidad óptima y el 60 como límite mínimo admisible, los últimos análisis disponibles por la Agencia del Medio Ambiente de Andalucía arrojan unos resultados medios (ver el cuadro adjunto) que no alcanzan en su mayoría los límites de calidad admisibles.

Con este ínfimo baremo de partida, los biólogos de Emasesa tienen que emplearse a fondo para liberar al agua del mayor grado de impurezas posible y situarla en los grifos libre de microorganismos patógenos. Entre bombear el agua y sanearla -los parámetros tóxicos son inamovibles y su salubridad está garantizada- la compañía invierte diariamente más de tres millones de pesetas, pero aun así se siente incapaz de ofrecerla en unas condiciones mínimas aceptables.

Sale caldosa. A 28 grados de temperatura, por encima de la que se emplea en las piscinas climatizadas. Su contenido en sodio supera el parámetro 150 miligramos por litro establecido por la Reglamentación Técnico Sanitaria y la directiva 80/178 sobre agua potable de la Comunidad Europea. Emasesa se ha visto obligada a solicitar a Sanidad en dos ocasiones que eleve los índices máximos admisibles de sodio hasta situarlo en 225 miligramos por litro. Los contenidos de magnesio se sitúan en 70 miligramos por litro y rozan los máximos permitidos. Los índices de cloruros muy elevados por el tratamiento intensivo para clorarla- rondan los 350 miligramos por litro, cuando el nivel guía recomendado está en 25 miligramos por litro y la conductividad alcanza el índice 2.000, cinco veces por encima del nivel máximo aconsejado por la CE.

En situación de emergencia

Los parámetros de conductividad y cloruros del agua potable afectan principalmente al sabor, pero cuando son altos provocan la corrosión de las canalizaciones domésticas y al entrar en contacto con tuberías de fundición producen un cierto contenido de óxido."Estamos en situación de emergencia, fatal", admite José Luis Prats. En estas condiciones el gerente de Emasesa comprende que los sevillanos desprecien el agua que él les suministra y prefieran para beber el agua embotellada. "El coste de esta elección es muy caro. En lo que va de año, ha supuesto 11.000 millones de pesetas de gasto en agua envasada. Con ese dinero se podían haber hecho tres pantanos para que la situación de emergencia sea más remota. Los que tenemos son insuficientes".

¿Por qué no se han hecho? "No será por falta de tiempo", responde Prats: "El de Melonares que cuesta 3.000 millones, llevan ocho años diciendo que se va a hacer. No- será por falta de tiempo", apostilla. El dedo del gerente no señala a nadie pero recuerda la bondad de aplicar el sentido común en la ordenación de los usos del agua. "No es lógico que en situaciones de emergencia el agua de mejor calidad la del pantano de El Viar, costeado por regantes- se use para regar cebollas. Deberíamos llegar a un acuerdo con las comunidades de regantes para intercambiamos el agua. Nosotros les pagaríamos el coste del bombeo".

Prats recuerda que en Israel y California está prohibido el uso de agua potable para regar. A los regantes de El Viar les lanza el guante del intercambio, una experiencia llevada a cabo con éxito en tiempos de sequía crónica en California, donde los condados urbanos compran a los agricultores el agua de riego para usos consuntivos. La comunidad de regantes no se opone en principio, pero ni ellos ni ninguno de los implicados en el problema -Ayuntamiento de Sevilla, Diputación, Confederación del Guadalquivir, el Ministerio de Obras Públicas, Transporte y Medio Ambiente- han dado el primer paso para liberar a la capital de la Expo del agua con peor calidad de Europa.

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