Piedad y solidaridad
Sevilla, 0.30 del día 23 de julio; proximidades del puente de la Barqueta. Joven en silla de ruedas circula por la calzada en sentido contrario a la circulación. Atónito, le sitúo en la acera. Vuelve a invadir la calzada, con grave riesgo para su vida y la circulación rodada. Los vehículos lo sortean y, ante la mirada divertida e indiferente de los transeúntes, le retiro nuevamente de la vía; tras caer al suelo preso de la histeria, le mantengo sujeto hasta que se persona la policía. El protagonista, uno más de esos jóvenes de 24 años, desde los 15 drogodependiente, hace tres con sida, con tres meses de expectativa de vida, sin familia ni amigos que lo acojan, sin oficio ni beneficio. Reacciones de algunos protozoos invertebrados: que está siempre así y que lo abandone a su suerte. Un taxista se niega a comunicar con la policía por tan rotunda razón. Un conductor que le conoce le desea el peor de los destinos. Indiferencia y rechazo general. Sólo un matrimonio joven nos acompaña hasta la llegada de la policía. El funcionario lamenta la inexistencia de centros públicos o beneficencia que permitan distinguir al muchacho de un perro o una rata.La Sevilla de la inversión millonaria de la Expo, de las procesiones, el canto a la vida de la feria, del caluroso recibimiento a Su Santidad, carece de presupuesto, fervor, humanidad y coherencia religiosas necesarias para dulcificar la próxima muerte de uno de sus hijos.
La sensibilidad humana depende más de nuestra Conciencia que de los dineros públicos. Por esta principal razón actué, por el joven y por mí.
La piedad y la solidaridad son características que me permiten reconocerme como persona y que me resisto a perder, prestar o vender. Por cierto, estoy de vacaciones y pasaba por ahí.-
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