Sobre Durruti
La lectura del artículo Así murió Durruti publicado en su diario el domingo 11 de julio ha provocado en mí una serie de reflexiones que, como novelista que prepara, una biografia del líder anarquista y apoyado por un aluvión de documentos bibliográficos y periodísticos, me ha obligado a expresar con la presente carta.No sólo en el ejemplar El corto verano de la anarquía del poeta alemán Enzensberger, donde el autor se limita a recoger todos los puntos de vista de la muerte del leonés en boca de sus protagonistas, sino que también en la curiosidad bibliográfica que supone el Durruti de Rai Ferrer, donde a modo de imitación del estilo de los pastiches anarquistas de la época se reflejan todos los aspectos de la vida del líder anarquista, queda dado por hecho que su fallecimiento fue fruto de una traición de sus hombres.
El dato significativo de que en sólo cuatro días de lucha en el frente de la Ciudad Universitaria la célebre columna Durruti mermara su número de hombres en la mitad (con un total de más de mil víctimas, entre la que fue, sin lugar a discusiones, la más valiente de todas las columnas de milicianos, que emprendieron su marcha desde Barcelona al principio del terrible conflicto que supuso la guerra civil), el talante autoritario que el transcurso de los acontecimietos obligó a adoptar a Buenaventura Durruti y el misterioso ocultamiento que durante tantos años se hizo de su camisa a los historiadores que la solicitaron para comprobar el tamaño de los orificios y los posibles restos de pólvora que sirvieran de prueba indicutible
para especificar la trayectoria del proyectil que sesgó su vida, hacen de su desaparición un muy apropiado colofón a lo que fue una de las existencias más románticas de nuestro siglo.
Aunque esto no quita que los naranjeros, fusiles que llevaban los cenetistas, fueran muy poco seguros y se dispararan de un golpe. Ni que su chófer de confianza asegure que todo fue un accidente. Yo me quedo con la traición y lo siento mucho por la Historia.-
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