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FERIA DE VALENCIA

Apoteosis del toro artista

Domecq / Manzanares, Espartaco, PonceToros de Juan Pedro Domecq, terciados, encastados, pastueños.

José Marí. Manzanares: estocada trasera (pitos); media estocada tendida, dos descabellos, -aviso- y dos descabellos (división y arrecian los pitos cuando saluda). Espartaco: estocada (oreja); estocada (dos orejas). Enrique Ponce:

estocada corta (oreja); dos pinchazos, media -aviso- y se tumba el toro (oreja). Espartaco y Ponce salieron a hombros.

Plaza de Valencia, 29 de julio. Octava corrida de feria. Lleno.

JOAQUÍN VIDAL,

Triunfo total de Espartaco, otro parcial de Enrique Ponce y confirmación de las muchas ventajas que reporta practicar el toreo moderno: ése fue el balance de la última corrida de toros de la famosa Fira de Juliol, antes de impuestos y a reservas de futuras auditorías. Pero nada de eso hubiera sido posible sin la colaboración extraordinaria de los toros de Juan Pedro Domecq, que el ganadero está empeñado en llamar toros artistas, y que alcanzaron en este jubiloso festejo ferial un éxito de apoteosis. Para decirlo en corto y por derecho: los llamados toros artistas de Juan Pedro Domecq fueron seis dijes, seis perlas del Caribe, seis joyitas por engarzar, seis merengues a la puerta de una escuela.

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Y salieron los toreros en plan colegial, y iñam, ñam!, se los comieron. No dejaron ni rastro.

"Cómo están saliendo los domés" comentaban los taurinos entre barreras y todos esta ban convencidos de que gracias a ellos se estaba viendo la fiesta verdadera, la que al público gusta y divierte. No había más que oir los clamores del tendido, las ovaciones, los vítores, los olés. Unos olés distintos a los de las demás plazas. Unos olés exclusivos de esta Valencia singular, que ha de gritarlos a pleno pulmón y arrastrando hasta donde permita el resuello la e del olé.

Toda la corrida se estuvo oyendo, no ya en la plaza sino en la mismísima Albufera, olé, oléé y olééé. No exactamente toda la corrida, débese corregir. Cuando comparecía Manzanares no se oía olé alguno. Sólo se oía al propio Manzanares, que torea a voces. Las faenas de Manzanares no serán ligadas, ni armoniosas, pero oirse, se oyen. Manzanares trasteó crispado a su primer toro, menos al otro. Ponía el capote de principios y luego la muleta de epílogos con impecable figura y buena disposición, venía el toro, le indicaba que a Barcelona se va por allá, y apretaba a correr en dirección contraria pegando gritos. Debe de tratarse del arte de Cúchares en versión para sordos.

Durante las faenas de Manzanares los aficionados valencianos se dedicaron a templar sus bien dotadas gargantas, y al hacerse presentes en la arena los siguientes diestros, ya podían reemprender los olés con renovados bríos. Espartaco les dio motivos sobrados para gritar olés y oléés hasta la extenuación, porque el famoso diestro líder de los escalafones anduvo con los toros artistas de domé a gorrazos. No debería tomarse la figura retórica en sentido literal, pues el hombre procuró torear con finura y aseo. Quiere significar que embarcó con templanza las embestidas, las condujo a puertos más cercanos que el de Barcelona, ligó los pases y desarrolló las faenas en un tono de superioridad, donosura y armonía.

Enrique Ponce concibió las suyas con cuidado de repetir los registros que le han dado fama: pinturería, mucho derechazo esmerando su dibujo, poco natural -y, además, malo-, excelentes pases de pecho, vengan cambios de mano y ayudados. Estos pases que dio (e incluso los que no dió) levantaron clamores reforzando la pasión poncista, pero en el fondo el titular de la causa se estaba repitiendo a sí mismo. Finalmente, mientras Espartaco había estado segurísimo con la espada, Ponce falló, y no pudo obtener los máximos trofeos que tenía ganados. Hasta se hablaba de rabo por allí. Lo cual no impidió que ambos diestros aclamados y oleados abandonaran la plaza en medio de un auténtico delirio.

Ya no hay duda: el toro artista es ideal para desarrollar la quintaesencia del toreo moderno, que Espartaco y Enrique Ponce interpretaron a placer. Y que consistió en ejecutarlo fuera de cacho, con alivio de pico, embarcando por la periferia la amerengada dulzura del toro artista, sin ajustes ni apreturas. No se sabe, en cambio, qué habría sucedido si a uno de estos coletudos triunfantes se le llega a ocurrir torear con arreglo a los cánones de la tauromaquia añeja, recreando el arte de parar, templar, mandar y cargar la suerte. A lo mejor va el toro artista y se muere del susto.

La corrida de hoy

Plaza de Valencia.Novena y última corrida de feria. Toros de Sánchez-Cobaleda, de la finca Castillejo de Huebra, en Muñoz (Salamanca). Divisa morada y roja. Antigüedad, 8 de junio de 1924.

Rejoneadores: Antonio Correas, Fermín Bohórquez, Luis Domecq y Antonio Domecq.

A las 19.00.

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