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"Jamás volveré a Sarajevo"

La larga espera de 1.483 serbios, croatas y musulmanes para abandonar la ciudad

Alfonso Armada

Kada Halilovic vino al. médico a Sarajevo desde su Visoko natal en abril de 1992. La guerra la sorprendió en la ciudad, y desde entonces no ha podido volver a encontrarse con sus siete hijos. Fija Jazvin y su hija Jasna huyeron a Sarajevo desde Vukovar poco antes de que la ciudad croata fuera ocupada por los serbios. Nunca imaginaron que en Sarajevo vivirían una nueva guerra y un nuevo sitio. Junto a ellas, otras mujeres serbias, musulmanas y croatas llevan ocho meses esperando un convoy para abandonar Sarajevo, una ciudad de la que quieren salir a toda costa.Hajrudin Smajic, el funcionario bosnio encargado de ese convoy que nunca parte, dice que se hace todo lo posible en favor de los 1.483 inscritos y con los papeles en regla que quieren abandonar Sarajevo, una ciudad en la que, cada vez, es más difícil vivir y sobre la que se cierne la amenaza de un invierno brutal. "Jamás volveré a Sarajevo", dice Brena Govedaric, una serbia de 60 años, resumiendo en voz alta el pensamiento de casi todos ellos.

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El único deseo de Brena Govedaric y su marido, Moncilo, también de 60 años, es irse a vivir a Vrsac, en Serbia, junto a su hija. La mujer, una serbia enjuta, muestra un documento del secretario del Stari Grad, donde viven, en el que se establece que ninguna circunstancia les impide abandonar Sarajevo. "No tenemos nada para vivir, nuestro piso fue destruido". No se quejan, sin embargo, de la ayuda humanitaria que han recibido: "Poca, pero la misma que todos. Pero ya no aguanto más. Mi marido ha perdido 16 kilos y yo 24. Prefiero morir de una granada que pasar el invierno en Sarajevo".

Si consigue abandonar Sarajevo, el matrimonio formado por Jadranka Krslovic y Zoran Brnadic tampoco volverá nunca a la ciudad bañada por el río Miljacka. No tienen hijos. Jadranka, de 43 años, era Ingeniero y él representante de una agencia de víajes de Eslovenia. Son croatas y su único deseo es irse a vivir a Zadar, en la costa dálmata. No esperan nada de Sarajevo: una granada voló su casa, otra el piso que alquilaron después. "Todo lo que tenemos cabe en una maleta. No tenemos casa, ni trabajo, ni dinero, y aquí ya no esperamos nada del futuro". El 16 y el 18 de enero, en dos ocasiones, el convoy en que viajaban con otras 150 personas fue devuelto a Sarajevo por un control bosnio. "Dijeron que había peligro y no se oía ni un solo disparo". Están cansados de vivir en casas de amigos y responsabilizan al Gobierno bosnio de que la paz no llegue. "La mayoría de los proyectiles que caen en Sarajevo son serbios", dice Jadranka, "pero una parte no pequeña son de los propios bosnios".

Hajrudin Smajic parece esperar a los periodistas. Es el encargado por el Parlamento para acomodación de niños y ancianos y otras actividades humanitarias. Dice que la intención del Gobierno es facilitar la salida de todo aquél para el que "la salida sea necesaria" y exhibe el formulario establecido para los desplazados. Asegura Smajic que los nuevos combates en el centro de Bosnia entre la Armija (Ejército) y el Consejo de Defensa Croata (HVO) han hecho que todo sea más difícil. Aunque revela que hace siete días recibieron autorización de las tropas croatas para atravesar la Herzegovina, les sugirieron que pidieran escolta a Unprofor (Fuerza de Protección de las Naciones Unidas).

Los 1.483 inscritos, precisa Smajic, pertenecen a todas las etnias representadas en Sarajevo: un 36% de musulmanes, un 35% de serbios, un 26% de croatas y un 2% de otros grupos. La idea es formar dos convoyes, uno hacia Serbia y otro hacia Croacia. Pero al peligro de atravesar los frentes, se añade la dificultad para encontrar autobuses. Para evitar asaltos, tanto conductores como vehículos deben ser contratados en Kiseljak, a 30 kilómetros de Sarajevo y bajo control del HVO. Para pagar el alquiler y la gasolina, Smajik dice que necesitan 30.000 marcos (casi 2,5 millones de pesetas), de los que ya cuentan con 25.000, en parte recaudados entre los viajeros que pueden pagar y entre algunas empresas.

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Fuentes del ACNUR no ven con buenos ojos la operación, a la que prestarán "una ayuda mínima". No sólo temen que si le dan su apoyo pueden encontrarse de inmediato con exigencias similares de las otras partes en conflicto, sino que sean acusados de contribuir a la limpieza étnica. Pero su mayor inquietud son los riesgos de que cualquier facción aproveche el convoy para el chantaje y el crimen.

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