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Un nuevo enfoque sobre la diabetes reduce al 50% cegueras y fallos renales

El uso intensivo de la insulina se experimenta ya en España

El pasado 13 de junio se hizo público en Las Vegas (Estados Unidos) un estudio realizado durante 10 años en 1.441 diabéticos sometidos a un tratamiento intensivo de insulina. Se había conseguido reducir a la mitad las cegueras, fallos renales y neuropatías que padecen con el tiempo estos enfermos por el nivel elevado de azúcar en la sangre. Sanidad ha creado una comisión de expertos para unificar este tratamiento, que ya se experimenta en España desde hace cuatro años.

"Estos resultados han supuesto un espaldarazo para nosotros, los médicos, y para los diabéticos a los que ya estamos sometiendo a tratamientos intensivos" , explica José Antonio VáZquez García, jefe del servicio de endocrinología del hospital de Cruces (Vizcaya) y presidente de la Sociedad Española de Diabetes.Para los pacientes el tratamiento intensivo supone estar más pendientes de su diabetes: pincharse más a menudo, aunque la cantidad total diaria de insulina sea la misma; vigilar sus necesidades en función de su dieta y ejercicio; hacerse ellos mismos hasta cuatro controles diarios de glucosa para que los niveles en sangre se mantengan en 155 miligramos por 100 mililitros (en personas sanas los niveles medios fluctúan entre 70 y 120 miligramos por 100 mililitros) y, por último, someterse a una estrecha vigilancia médica.

Otro inconveniente es que el riesgo de padecer episodios de hipoglucemia se multiplica por tres respecto al tratamiento convencional. Por eso algunos pacientes de José Antonio Vázquez le han llegado a comentar: "Doctor, desde que me trata usted me encuentro peor", recuerda el médico. Los beneficios, a la larga, han resultado tan espectaculares que superan con creces a los riesgos, indica.

La diabetes tipo 1 o insulino-dependiente, que padece un 0,3% de la población española, es tina enfermedad de carácter autoinmune y origen desconocido. Su efecto es la destrucción de las células del páncreas encargadas de segregar insulina, una hormona necesaria para la utilización de la glucosa (azúcar) por parte de los tejidos y células del organismo. Este aporte energético es indispensable para todas las funciones orgánicas, desde el transporte de oxígeno hasta la síntesis de una proteína.

Hiperglucemia

Desde 1922 el tratamiento de estos enfermos consiste en el aporte exterior de insulina, mediante inyecciones diarias según sus necesidades. Sin embargo, la hormona no remeda el comportamiento que tiene cuando es segregada de forma natural. Los pacientes se mantenían así en un estado permanente de hiperglucemia (que no produce síntomas agudos, a diferencia de la hipoglucemia), con unos niveles constantes de glucosa en sangre de 233 miligramos por 100 mililitros.

Con esta forma de administración de insulina se evitan las complicaciones agudas, pero no las crónicas, provocadas por el nivel prolongado de azúcar en la sangre. Así, el 70% de los diabéticos insulino dependientes empieza con problemas de ceguera a los 10 años de padecer la enfermedad, y el 30%, adolece de insuficiencia renal a los 20 años. El riesgo de hipoglucemia era el obstáculo para no intentar un tratamiento intensivo de insulina.

Hasta que, hace 10 años, investigadores del Instituto Nacional de la Diabetes y de los Transtornos Digestivos y Renales de EE UU se propusieron averiguar si con ello podrían evitar las complicaciones. El estudio sobre dos grupos de diabéticos se realizó durante 10 años en 29 centros especializados de Estados Unidos, y los resultados revelan que la terapéutica intensiva redujo el desarrollo de una retinopatía clínica entre un 341/6 y un 761/o; la aparición de una nefropatía clínica en un 561/6 y de una lesión periférica de los nervios en un 60%. Sin embargo, los expertos han matizado que este tratamiento no está recomendado en tres casos: en personas con severas hipoglucemias, en aquellas que ya tienen complicaciones avanzadas y en menores de 13 años.

Primer hito desde 1922

José Antonio Vázquez ha calificado los resultados de este estudio como la noticia más importante en el tratamiento de la diabetes desde la introducción de la insulina en 1922. La diabetes tipo 1 se conoce también como diabetes juvenil, porque aparece generalmente antes de los 30 años. Se sabe que existe algún determinante genético, pero es desconocido el proceso por el cual en un momento determinado el organismo deja de reconocer al páncreas como suyo y, mediante un mecanismo de autoinmunidad, empieza a destruir las células Beta que segregan insulina.Como indica Vázquez, las últimas investigaciones han permitido ver que la destrucción de células del páncreas comienza hasta 10 años antes de que la diabetes se manifieste clínicamente. Esto significa que, si se puede detectar -y ya se hace con anticuerpos específicos-, es posible desarrollar una terapia que prevenga su aparición. De hecho estos tratamientos ya se están investigando. Se basan también en el uso de insulina para que, al primer indicio de destrucción, el páncreas trabaje menos. O de una sustancia denominada nicotinamina que modula la respuesta inmune del organismo.

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