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España y México desean reducir la frecuencia de las cumbres de países latinoamericanos a dos años

Guadalajara (México) fue en 1991 la cumbre iberoamericana inaugural; Madrid coincidió en 1992 con el V Centenario del Descubrimiento; Salvador de Bahía (Brasil), en 1993, no servirá para conmemorar un acontecimiento ni tampoco movilizará recursos para ahondar los lazos entre los países de esa comunidad. Preocupados precisamente por los escasos contenidos de ésta y de las futuras reuniones de los jefes de Estado y de Gobierno iberoamericanos, los dos países impulsores de las cumbres, España y México, se plantean convocarlas cada dos años para darles mayor entidad.

La semana próxima se celebrará en Bahía la III Cumbre Iberoamericana de Naciones, a la que asistirán, en principio, los jefes de los 21 Estados iberoamericanos, excepto el dominicano Joaquín Balaguer, que será sustituido por su vicepresidente, Carlos Morales, y los jefes de Gobierno de España y Portugal. La cumbre que presidirá Brasil "corre el riesgo de ser la más insípida de cuantas se han celebrado hasta ahora", vaticina un alto cargo de la Administración española. "Menos mal que Fidel Castro se encargará de anímarla", añade.Bajo el título Agenda para el desarrollo, la diplomacia brasileña ha centrado la reunión del 15 y 16 de julio en el desarrollo con la intención de aportar ideas al secretario general de la ONU, Butros Gali, que proyecta reactivar el diálogo sobre esta materia. Gali ha sido, invitado a Bahía junto con los máximos responsables de otras organizaciones de Naciones Unidas que también guardan alguna relación con el desarrollo, como la OMS (sanidad) o la FAO (agricultura y alimentación). Ninguno de ellos estuvo en Guadalajara ni en Madrid.

A través de la cumbre, que preside Brasil, que no desempeña papel alguno en las operaciones de mantenimiento de la paz, Brasilia se esfuerza por influir sobre la filosofía onusiana en gestación en materia de desarrollo. Su principal objetivo es, sin embargo, demostrar que se merece el escaño permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU que espera obtener con motivo de la reforma de la carta fundacional de la organización.

El enfoque de la cumbre, más como un foro de cooperación que de posicionamientos políticos, inquieta a la diplomacia española. "Si se reúnen 23 jefes de Estado o de Gobierno y no hablan de política que dará un poco descafeinado", advierte un diplomático. La imposibilidad de lanzar nuevos programas de cooperación a causa de las restricciones presupuestarias preocupa aún más al Ministerio español de Exteriores.

Hace un año, en Madrid se aprobaron tres modestos programas, costeados fundamentalmente por España y, en menor medida, por México, cuyo desarrollo será repasado por la cumbre de Bahía. Brasilia baraja ahora proponer uno más sobre formación de funcionarios, pero la falta de medios le otorgará un mero carácter simbólico a menos que no obligue a aplazar su adopción. No en balde el ministro brasileño de Hacienda, Fernando Henrique Cardoso, impuso hace un mes un recorte presupuestario de 6.000 millones de dólares.

Los titulares de Exteriores de España y México, Javier Solana y Fernando Solana, discutieron el 18 de marzo en la capital mexicana alargar los plazos de convocatoria de las cumbres -con el propósito de celebrar una cada dos años en vez de una anual- para darles así mayor entidad y adoptar en cada cita una serie de iniciativas concretas de cooperación. Ambos reanudaron la conversación el 23 de abril en Copenhague. Desde entonces, varias cancillerías han analizado la idea de los Solana, que presenta, sin embargo, dos inconvenientes.

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El primero es, si se acuerda reducir la frecuencia, evitar dar la impresión de que ha empezado el declive de la Conferencia Iberoamericana de Naciones tan sólo tres años después de haberla creado. El segundo es convencer a los países cuya candidatura a acoger la cumbre ha sido ya aceptada -Colombia en 1994 y Argentina en 1995- que esperen unos años más hasta organizar tal cumbre.

La estrella Fidel

La alcaldesa, comunista de Salvador de Bahía y algunas organizaciones populares tienen previstos actos, al margen de la Cumbre Iberoamericana, en los que manifestarán su simpatía al presidente Fidel Castro. Como en las anteriores cumbres, el exilio cubano tiene también la intención de expresar su repulsa al comandante gritándole "¡ladrón!" y "¡asesino!".Para evitar que los disidentes estropeen la fiesta castrista, la policía cubana ha intentado, aparentemente, impedirles su entrada en Brasil. La agencia de prensa brasileña Estado señaló anteayer que la policía federal había identificado entre los solicitantes de acreditación periodística para seguir la reunión a un anticastrista fincado en Madrid que planeaba perpetrar un atentado contra el líder cubano. A través de Interpol, los agentes brasileños pidieron información a sus colegas españoles sobre Carlos Alberto Montaner, editor, periodista y uno de los responsables de la Plataforma Democrática Cubana (PDC), un grupo de oposición moderada. La contestación que recibieron eliminó todas las sospechas sobre Montaner.

Esta intoxicación cubana no ha hecho ninguna gracia a Montaner, que tiene la nacionalidad española. En una carta dirigida al ministro español de Asuntos Exteriores, Javier Solana, el disidente denuncia "el atropello urdido por los servicios secretos cubanos".

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