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Una carrera contrarreloj

El encierro es; una carrera contrarreloj, en la que se dispone de dos minutos para llegar a la plaza. Cuando suena el cohete anunciador de la suelta, se retira el cordón policial que impide a los corredores avanzar más allá de la calle de la Estafeta. La entrada a la plaza todavía está algo lejana y el reloj ha iniciado la, cuenta atrás. Quien no espabile se verá alcanzado por la manada; de lo ' contrario, podrá saber lo que son los dos minutos más cortos de toda su vida. Para conocer la emoción del encierro no hace falta ponerse ante las astas de un toro, ni siquiera llegar a verle. Sólo con pensar que nada más se tienen dos minutos para hacer un recorrido de unos 400 metros es suficiente. La relación tiempo-espacio parece conceder un amplio margen de seguridad, que se reduce en cuanto se escucha el cohete y el grupo no avanza. La intranquilidad aumenta cuando se corre a trompicones, por la cantidad de gente que va delante.El panorama aún puede ser peor al ver que la posibilidad de una caída es real por la multitud que empieza a atropellarse. Es mejor no pensar que los toros ya andan sueltos y se dirijen hacia allí. La broma de correr de mentirijillas empieza a dejar de tener gracia cuando ha transcurrido un minuto y aún no se ha llegado al ruedo. Ya no hay tiempo para superar el más mínimo percance. La cosa se pone seria. La plaza está a la vista, cuesta abajo, pero los toros deben andar muy cerca. De suceder cualquier incidente, el riesgo puede ser incalculable, porque si en ese punto, tras la manada, llegan algunos toros descolgados, ésos son los que no suelen pasar de largo, sino que van derrotando por el vallado.

La carrera, súbitamente, se acelera. Llegan mozos desde atrás que parecen empujados por el demonio. No hay tiempo para volver la cabeza. Es fácil imaginarse que han visto aparecer los toros o, al menos, intuir su proximidad. Se atraviesa la entrada de la plaza con el corazón en un puño. El griterío del público también delata que la manada debe estar a punto de entrar. La barrera pone fin al pánico que se empezaba a sentir. El cronómetro marca 1.50 segundos. Se ha ganado la carrera contrarreloj. Al levantar la cabeza, los toros están entrando. Esos diez segundos, sólo un suspiro, han valido todo un mundo.

El rival, en este caso el toro, suele cumplir con sus marcas. Segundo arriba, segundo abajo, a los dos minutos llega a la plaza. Ése es el tiempo que hay que tener de referencia, no el que dura en total el encierro, desde que los toros salen del corral de la cuesta de Santo Domingo hasta que el último se mete en la plaza.

Ayer, el primero apareció sobre el ruedo a los 2.03 minutos y el último se metió en toriles a los 2.21. Fue, pues, un encierro de los que se llaman limpios, pues cuando llega la manada rápida y compacta eso quiere decir que no ha habido incidentes. Los dos únicos corredores que fueron atendidos lo fueron por contusiones producidas por caídas.

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