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Pierre Mauroy consagra a Michel Rocard como líder del renacimiento de la izquierda francesa

Pierre Mauroy, presidente de la Internacional Socialista, puso ayer todo el peso de su autoridad moral al servicio del renacimiento de la izquierda francesa, impulsado por Michel Rocard. El discurso de Mauroy y el mensaje enviado por Felipe González fueron los grandes momentos de la segunda jornada de los Estados Generales del Partido Socialista francés (PS). Esta asamblea, que está marcando el fin del mitterrandismo, culmina hoy en Lyón con la aprobación de nuevos principios ideológicos y políticos, a la espera del congreso constituyente de otoño.

El PS empieza a no ser el partido del puño y la rosa. A falta de cambiar el nombre de la organización -la gran mayoría de los militantes siguen apegados a la palabra socialista-, la nueva dirección está ensayando en Lyón un nuevo símbolo: un sol amarillo y sonriente. Pero las cuestiones de denominación y simbología serán decididas en el congreso constituyente que el PS celebrará en octubre.Mauroy arrancó numerosos aplausos de los 3.800 delegados, en su mayoría personas de entre 35 y 50 años, con aspecto de pertenecer a las clases medias, y entre ellas una, buena mitad de mujeres. Una Primera gran ovación acompañó al saludo de "la victoria de Felipe González". Una segunda siguió a las siguientes palabras de solidaridad con los intelectuales argelinos perseguidos por los integristas.

Poco después se produjo uno de los momentos de mayor contenido simbólico de los Estados Generales. Mauroy citó dos veces el nombre del presidente François Mitterrand en medio de un silencio glacial. Se vio obligado entonces a pedir explícitamente un aplauso para el presidente francés, y, consiguió uno corto y poco nutrido. Y es que los Estados Generales están siendo más los funerales del mitterrandismo. Una de sus conclusiones será la crítica feroz de "la monarquía presidencial".

Mauroy se situó como puente entre el pasado representado por Mitterrand y el futuro que desea encarnar Rocard. Afirmó que el problema de los socialistas franceses estriba en convencer a su electorado -"las clases medias, convertidas en dominantes, y la clase obrera"- de la necesidad de que el mantenimiento de las conquistas sociales pasa "por grandes reformas y grandes cambios".

"Si no conseguimos imaginar esas reformas radicales", dijo, "el capitalismo se adaptará por sí mismo mediante un gran seísmo y al precio de mayores desigualdades y peligros". Mauroy dio varias pistas: el reparto del trabajo para combatir el paro, el uso del sistema fiscal para financiar los regímenes sociales, la disuasión mediante el impuesto a las actividades contaminantes y el establecimiento de nuevas reglas para el comercio internacional.

"Europa", afirmó Mauroy, sigue siendo la gran aventura colectiva de esta generación socialista, aunque la querríamos más ambiciosa, más social y más política". El presidente de la Internacional Socialista terminó así su intervención: "He aquí, querido Michel [Rocard] y queridos camaradas, el gran desafío del Partido Socialista". Acto seguido descendió del estrado y puso su mano sobre el hombro de Rocard en una especie de consagración.

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Rocard sólo tomó ayer una vez la palabra en Lyón y fue para leer con gran solemnidad el mensaje que había recibido de Felipe González. Capitalizó así la gran popularidad del presidente del Gobierno español entre sus camaradas franceses. Una gran ovación, la más larga y unánime de la jornada, siguió a esa lectura.

"Vivimos en una Europa sobre la que pesan los aspectos psicológicos y reales de la crisis económica, conjugados con las incertidumbres abiertas por la caída del muro de Berlín", decía González en su mensaje. "En estos tiempos difíciles", proseguía, "corremos el riesgo de ver triunfar a los que proponen recetas ultraliberales que conocemos bien y hemos visto aplicar aquí y allí".

Me parece más necesario que nunca", proseguía, "que a partir del socialismo democrático, demos las respuestas que sean necesarias para demostrar que la solidaridad y la igualdad no son incompatibles con el crecimiento y el desarrollo. Al contrario, son los elementos inseparables de un proyecto de eso".

Amuleto de buena suerte

A falta de la presencia física de González, el italiano Achille Occhetto, aureoleado por los últimos éxitos electorales del Partido Democrático de la Izquierda (PDI), se convirtió en el amuleto de buena suerte de los socialistas franceses. "Queridos camaradas", dijo Occhetto, "nosotros ya hemos hecho nuestro Big Bang". Y añadió que el PDI encarna ahora en Italia "los principios fundamentales de la socialdemocracia".

El anonimato con que circulaban los elefantes socialistas fue ayer uno de los aspectos más llamativos de los Estados Generales. Uno de ellos se veía obligado a presentarse así a los desconocidos: "Philippe Marchand, ex ministro del Interior". Por una vez, la base era la protagonista.

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