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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Progreso en Marruecos

LAS ELECCIONES legislativas que acaban de celebrarse en Marruecos marcan un cambio político que puede tener efectos importantes. El dato fundamental es que la Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP) y el Istiqlal nacionalista, coligados para la batalla electoral, han obtenido un éxito brillante con 91 diputados En cambio, los partidos oficialistas han sufrido una merma tan acusada que se han quedado en varios casos con menos de la mitad de sus escaños. Las irregularidades (denunciadas en este caso no sólo por los partidos opositores, sino también por algunos partidos adictos al poder) han sido numerosas; sin embargo, y es el hecho nuevo, no han impedido que la oposición haya logrado una victoria que, además, puede abrirle el camino del poder.La composición del futuro Parlamento depende ahora de la segunda vuelta electoral en la que, por sufragio indirecto, las municipalidades y otros cuerpos sociales y estatales elegirán 111 diputados. En esta segunda tanda, los partidos oficialistas tendrán, sin duda, un mayor porcentaje de escaños. Por ello, la posibilidad de un Gobierno con la USFP y el Istiqlal depende de que estos partidos lleguen a un acuerdo con un partido de los que han apoyado al poder. Concretamente, con la Agrupación Nacional Independiente (RNI), partido formado por el cuñado del rey, Ahmed Osman, que en los últimos años ha evolucionado hacia una mayor independencia de la Administración.

Después de haber superado algunas de las formas de represión que le han valido una severa condena internacional, es lógico que Hassan 11 desee dar una mayor credibilidad al sistema que funciona en Marruecos. Todo indica que vería con buenos ojos que se materializase el acuerdo del RNI con la oposición y que se formase un Gobierno con socialistas y nacionalistas, lo cual podría ocurrir en el próximo otoño sobre la base de los resulta dos de estas elecciones. Sería, indiscutiblemente, un progreso de Marruecos hacia una mayor homologación de su sistema político con los occidentales. Una evolución muy distinta a lo que ocurre en otros países árabes, so metidos a una presión integrista a la que no saben cómo hacer frente.

Por otra parte, para los socialistas y nacionalistas no deja de tener ciertos riesgos entrar en una vía posibilista, con una perspectiva de colaboración en el Gobierno, sobre todo ante unos votantes que reflejan un descontento social muy extendido. Ello puede tener unas repercusiones negativas en el terreno de la política exterior de Marruecos. No se puede olvidar que en el tema del referéndum del Sáhara, la oposición, tanto nacionalista como socialista, ha tenido una actitud más intransigente que el propio Hassan II. Cuando las iniciativas del secretario general de la ONU buscan fórmulas de flexibilidad para facilitar el referéndum antes de finales de 1993, cabe preguntarse qué efectos puede tener la eventual entrada de nacionalistas y socialistas en el Gobierno de Rabat.

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Por otra parte, el presidente del Istiqlal, Mohamed Bucetta, en sus primeras declaraciones tras su éxito electoral, se ha apresurado a demandar una política "con convicción y decisión" del nuevo Gobierno marroquí en el tema de Ceuta y Melilla. Sería lamentable que lemas nacionalistas de este género sean empleados por los partidos de la oposición como forma de conservar su influencia popular en el momento en, que se disponen a iniciar una política posibilista enfocada a la colaboración gubernamental.

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