González saca fuerzas de su victoria para buscar la reactivación de Europa
Un Felipe González fortalecido tras su victoria electoral vuelve a reencontrarse mañana con Europa y trabaja ya sobre ideas innovadoras que puedan sacarla del europesimismo. El presidente del Gobierno en funciones asistirá, el lunes y el martes en Copenhague, a la cumbre de los Doce con la que concluye la presidencia danesa de la Comunidad Europea (CE), y el domingo participará en la reunion previa de los dirigentes socialistas del Viejo Continente.
En la mesa de la secretaria del jefe del Gobierno, Pilar Navarro, se amontonaban la semana pasada los telegramas de felicitación por la victoria electoral. Todos le habían escrito, desde Bill Clinton a Yasir Arafat, pasando por los socialistas franceses emocionados porque un correligionario suyo hubiese sido capaz de "mantener en alto el estandarte socialista".Los más amigos llamaron directamente a González para manifestarle su alegría. Fueron, por ejemplo, el canciller alemán, Helmut Kohl; el presidente mexicano, Carlos Salinas de Gortari, o el primer ministro griego, Constantino Mitsotakis. El jefe de Estado francés, el socialista François Mitterrand, telefoneó a La Moncloa durante la jornada de reflexión para dar ánimos.
Hasta ahora, analizaba en su último número el semanario británico The Economist, "Italia no ha jugado un papel en la CE comparable con su peso económico, mientras que España ha tenido más influencia que la que le correspondería a su tamaño". Tras su inesperado éxito electoral, es de suponer que González conservará todo su predicamento en los foros europeos.
Convencido de que la actual crisis económica, a diferencia de la de 1973, obedece más a causas psicológicas que objetivas, el jefe del Ejecutivo baraja proponer medidas que reinstauren la confianza y permitan salir del bache. Entre dos consultas sobre la formación del nuevo Gobierno las ha estudiado, pero es probable que no haga todavía en Copenhague ninguna sugerencia, según indican fuentes diplomáticas.
La cita de Copenhague, sin que esté ultimada la ratificación británica del Tratado de Maastricht, es prematura para lanzar el mensaje contundente de la reactivación de la construcción europea. "Probablemente González preferirá esperar al Consejo Europeo extraordinario" que se celebrará en octubre bajo presidencia belga, señala un alto funcionario.
La idea fundamental de González es desviar hacia el Parlamento Europeo el confuso debate, que se reanudará en Copenhague, sobre la transparencia y la subsidariedad (torna de decisiones al nivel más cercano al ciudadano). Se trata también de evitar que las elecciones a la Asamblea de Estrasburgo, convocadas para junio de 1994, acrecienten el europesimismo con una campaña mortecina y un bajo índice de participación.
Más trabajo parlamentario
Sin retocar Maastriclit -que prevé un moderado reforzamiento de los poderes de la Eurocámara-, González cree que se puede dar más juego al Parlamento comunitario siempre y cuando trabaje y se autodiscipline. Se trataría de que sus sesiones plenarias duren más de cuatro días al mes y de que renuncie, por ejemplo, a debatir en ellas asuntos tan ridículos como "los problemas sexuales de las minorías étnicas en Tayikistán", ironizan en La Moncloa.
Para revitalizar una institución un tanto desprestigiada ante la opinión pública, las grandes familias políticas europeas deberían, por ejemplo, pactar que sus cabezas de lista a las elecciones del año próximo sean pesos pesados de la política nacional y no políticos prejubilados. Si González es coherente, difícilmente Fernando Morán seguirá siendo el primero de los candidatos de la lista del PSOE en los comicios europeos.
Presidencia para Giscard
La diplomacia española no vería tampoco con malos ojos que, si renuncia a la carrera al Elíseo, el exjefe de Estado francés, Valéry Giscard d'Estaing, sea el próximo presidente del Parlamento Europeo, a pesar de que hizo campaña a favor del Partido Popular. A más largo plazo acaricia incluso la idea de que los Doce elijan al presidente de la Comisión entre los cabezas de lista a la Eurocámara.
Si estas ideas se concretan en una comunicación a sus socios, no sería la primera vez que González les somete sugerencias innovadoras. Lo hizo con éxito en Dublín en 1990 a propósito de la ciudadanía europea, un concepto que quedó recogido en Maastricht, y lo intentó con menos fortuna en octubre de 1992, cuando propuso a su homólogo británico, John Major, que al término del Consejo Europeo de Birmingham los jefes de Gobierno dieran una conferencia de prensa conjunta y no por separado, para dar así una mayor imagen de unidad.
Para lograr que estas ideas se abran camino, González ha perdido un aliado de peso: Francia. Mitterrand puede seguir dando impulsos pero es harto dudoso que el resto de la Administración, ahora en manos del centro-derecha, le secunde plenamente. En Madrid se echa mucho de menos el fervor europeísta de los socialistas franceses.
En otoño el presidente español tendrá numerosas ocasiones de sondear a sus socios comunitarios empezando por los franceses. Su agenda prevé tres cumbres bilaterales (con Francia, Alemania y Portugal) y dos Consejos Europeos, en octubre y diciembre, en Bélgica.
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