Atención al gobernador
En la planta principal, en plaza Cibeles, y en su domicilio particular, a pocas calles del despacho, hay un hombre que después de la devaluación del 13 de mayo. sólo medita y garabatea sobre una cosa: el discurso de coyuntura que pronunciará ante el Consejo General cuando presente el informe del Banco de España sobre la economía española en 1992. Luis Ángel Rojo presentará el balance algo más tarde que su antecesor, Mariano Rubio, que solía hacerlo, con tres excepciones, en la última semana de mayo. El informe fue terminado diez días antes de las elecciones, pero el banco emisor decidió posponer su difusión. El gobernador suele pintar en la ocasión un panorama crudo. Su discurso podía, pues, influir en la campaña electoral y alimentar el fuego contra la peseta.El informe al Consejo General -que se reunirá días después de la cumbre europea de Copenhague- traza un cuadro de 1992 peor al que ya conocemos y es un secreto a voces que en su comentario sobre los primeros meses de 1993, el gobernador hará un vivo alegato a favor de una política de control del gasto público, para secundar los esfuerzos antiinflacionistas de la política monetaria, y un llamamiento a la moderación salarial. El diagnóstico del profesor-gobernador se convertirá, por fuerza, en un mensaje dirigido al futuro Gobierno que presidirá Felipe González. No está mal que alguien piense lo que se debe hacer mientras las facciones diversas del PSOE y los nacionalistas pugnan por depredar el botín del 6-J.
La situación económica es tan difícil que ningún acto voluntarista puede pretender una superación aislada y a corto plazo. Lo que ya sabemos en España es que la devaluación de la peseta está permitiendo corregir el déficit comercial y por cuenta corriente, al tiempo que los turistas exhibirán un gasto per cápita mayor esta temporada. Pero faltan las medidas de acompañamiento. En el plano monetario: bajar tres puntos más los tipos de interés; en el terreno presupuestario: rigor en el cumplimiento de los, objetivos de 1993 y contención en el gasto de 1994. En el campo social: un acuerdo de topes salariales a un año que escolte al presupuesto y que tenga contrapartidas, por ejemplo, como la baja en el precio de ciertos servicios. Una reducción de los tipos implica moderar el déficit, ya que cada punto de disminución supone 200.000 millones de pesetas menos de carga financiera. El nuevo Gobierno debe maniobrar en el mecanismo de cambios del SME, pero con la cabeza fría, por si Alemania decide ejecutar su hara-kiri manteniendo tipos contra viento y marea. Todas estas medidas no detendrán la caída del empleo, que continuará con dureza, pero permitirán recuperar la inversión.
Lo peor sería forzar el ciclo. Como decía Keynes, "no cenar esta noche es un' acto de ahorro individual. Pero no implica una decisión de cenar o de comprar un par de botas más tarde... o de consumir una cosa específica en una fecha determinada. Por tanto, deprime al restaurante que no puede preparar la cena para esta noche, sin estimularlo a prepararse para algún acto futuro de consumo".
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