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Todos los pronósticos apuntan a que Rafsanyani será reelegido el viernes presidente de Irán

El presidente iraní, Alí Akbar Hachemi Rafsanyani, será reelegido el viernes. Ayer, en Teherán, tan categórico pronóstico no resultaba nada aventurado. Incluso los más acérrimos críticos del Gobierno han llegado a la conclusión de que la continuidad no sólo es la opción más realista y prudente: en la recta final de esta campaña comparativamente apática, dar el voto a Rafsanyani es como acatar una orden de ultratumba.

La más sonora señal de que Rafsanyani gobernará la república islámica en los próximos cuatro años surgió hace unos días. En medio del fervor revolucionario y las lágrimas de cientos de miles de iraníes que acudieron al colosal santuario del ayatolá Jomeini en el cuarto aniversario de su muerte, Rafsanyani fue aclamado ruidosamente. Cuando apareció en el estrado, la multitud lo saludó al grito de "¡Vemos al amigo del imam!".El sucesor de Jomeini, el ayatolá Alí Jamenei, que a menudo ha actuado como contrapeso revolucionario frente a las políticas pragmática! del presidente, había dicho que la mejor manera de honrar la memoria del imam era seguir fielmente las recomendaciones del fundador de la república islámica. Quien se encargó de extraerlas de la ambigüedad fue nada menos que el carismático primogénito del imam. Ahmad Jomeini, un poderoso hoyatoleslam que representa al clero radical, declararía más tarde a la prensa: "Yo votaré por Rafsanyani. El señor Raflanyani estuvo siempre al lado del imam". Un titular perfecto.

El presidente tiene a todas luces la victoria asegurada. Una de las muchas manifestaciones de la certeza oficial en ese sentido ha sido la escasez de proselitismo preelectoral. En esferas del Gobierno se admite que "ciertos actos electorales resultan un tanto innecesarios". Otra es el contraste entre las posibilidades más reducidas de los otros tres candidatos, cuyos retratos en blanco y negro por las calles de Teherán están eclipsados por pancartas multicolores que presentan a Rafsanyani como el único estadista capaz de impulsar la economía de un país en aprietos.

La liberalización de la economía ha sido una bendición para la empresa privada. El bazar, los importadores en general, están haciendo su agosto. Hoy en Teherán un taxista puede aspirar a comprarse un Renault, y un restaurante que se precie trabaja naturalmente con ordenadores.

Pero, si bien las reformas económicas de Rafsanyani eran técnicamente necesarias (y, de paso, han conseguido diluir la triste imagen de una sociedad austera en extremo), su efecto ha sido un golpe al bolsillo de la mayoría. En marzo hubo una fuerte devaluación del rial. La disminución de los subsidios a productos de primera necesidad y la inflación del 20% -que muchos economistas temen que se pueda duplicar en cuestión de meses- no han contribuido precisamente a apuntalar la popularidad del Gobierno entre los pobres.

Aun así, para la mayoría en Irán, incluso quienes deben vivir del pluriempleo o los que critican la vieja prohibición de los partidos políticos, hablar de un Gobierno estable es hablar de Rafsanyani. "Es el único líder capaz de sacar el país adelante" es una frase común en barrios ricos y pobres cuando se habla de los perniciosos efectos del aislamiento internacional.

Tres rivales

Los otros candidatos son Abdula Yasebi, un ingeniero graduado en el Reino Unido y que hoy es rector de la Unversidad Privada de Teherán; el ex ministro de Trabajo Ahmad Tavakoli, y el ex parlamentario Rajab Alí Taheri. Son personajes respetados, pero las posibilidades son tan remotas que ni siquiera empleados de rango medio en Teherán han conseguido memorizar todas las candidaturas y sus plataformas, quizá con la excepción de Yasebi."La intención del Gobierno es dar un barniz democrático a un ejercicio de cuyo resultado nadie tiene la menor duda", comentó un diplomático occidental. En privado, muchos funcionarios oficiales opinan lo mismo.

La atención general estará volcada a un dato que sí puede resultar revelador: la concurrencia a las urnas. Rafsanyani obtuvo el 94,5% de los votos en las elecciones celebradas poco después de la muerte de Jomeini, en 1989. El año pasado sus seguidores (los moderados) se impusieron en el Parlamento o Majlis. La afluencia superó el 60% del censo.

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