Lo minoritario es decisivo, constatan los pequeños editores y libreros
Los profesionales prefieren el libro de calidad frente al efímero
Al revés que en política, en cultura lo minoritario es lo decisivo, dijo ayer el periodista Cesar Alonso de los Ríos, y con ello expresó el espíritu del encuentro de pequeños editores, libreros y escritores durante dos días en Madrid. En general, los participantes expusieron una concepción de la cultura distanciada del estricto mercantilismo, con vocación de calidad y permanencia, y con alguna crítica a medidas coyunturales, por ineficaces, como la actual campaña de apoyo a la lectura.
España no tendría los graves problemas sociales de cultura que tiene si en su día hubiera creído en minorías sólidas, dijo Alonso de los Ríos. "El fracaso de nuestra cultura es haber carecido de minorías sólidas en lo cultura[ y en lo empresarial". En el mismo debate, Jesús Moya, editor de Endymión, afirmó que "las campañas de lectura son buenas para apoyar a quienes las organizan, cuando no hay una infraestructura que apoye lo que proponen", a la vez que citó a José Luis Sampedro para señalar que, hoy, "la televisión inculca en los niños los dos desafueros del sistema: la violencia y el consumo", y "frente a las imágenes impuestas necesitamos más que nunca la palabra". Jesús Munárriz, de Hiperión, defendió la idea de que el editor siempre encuentra lectores, a condición de que lo que publique merezca la pena. En su opinión, los lectores de poesía y ensayo son menos influenciables por la prensa.El crítico Antoni Munné, del suplemento de libros de EL PAÍS, defendió la tesis de que el libro, con independencia de sus implicaciones culturales, debe ser visto también como el producto de empresas que miran su cuenta de resultados. En otro momento precisó que un suplemento no es algo en bloque, sino que está realizado por críticos. Blanca Berasátegui, de Abc, propugnó el intento de "rescatar a los jóvenes del secuestro de la televisión o la música, y la idea de que El Quijote es un rollo". Para Luis Carandell, moderador, quizá los actuales suplementos debieran escribir más para los novatos de la literatura.
Letras en la lluvia
En una intervención aplaudida, el librero Pep Durán, de la librería Robafaves de Mataró, contó la historia de cuando la lluvia inundó su librería y, consternado, comprobó que había arrastrado las letras de todos sus libros, que flotaban por todas partes. Una vez secadas al sol, vendió los libros en blanco y las letras al peso, y pudo rehacerse económicamente, pues el público sí quiso recomponer los libros, aunque a su modo. "Cada lector busca encontrarse a sí mismo en el libro", dijo Durán.En otros debates de la convocatoria La secta de Gutenbeg, realizada por el Ministerio de Cultura en el centro cultural del Círculo de Lectores, participaron escritores, editores y libreros. El martes, Juan Cruz contó la experiencia de un escritor y periodista que se vuelve editor (Alfaguara), y del empeño de ambos, desde lugares distintos, de hacer llegar la ilusión al lector. También habló de la responsabilidad del editor con los clásicos.
El novelista Isaac Montero hizo un análisis crítico del mercantilismo en la edición española. Alex Broch, de Península-Edicions 62, hizo hincapié en la importancia de la personalidad del director literario, que se refleja en el catálogo; Luis Antonio de Villena distinguió entre editores amigos -los que se preocupan por lo que ha hecho el autor la noche anterior-, y editores empresa: pagan mejor. Y para hablar de los escritores de cuadra, Almudena Grandes contó la experiencia de convertirse en una "chica Tusquets".
"Sin clara conciencia de lo que se juega en las librerías, es poco lo que podemos hacer en la cultura", dijo el crítico Miguel García-Posada en una sesión dedicada a las librerías. El editor Manuel Arroyo y los libreros Carlos Pascual (Marcial Pons) y Carlos Olivares. (Berceo, de Burgos), defendieron la urgencia de modernizar las librerías en España.
Babelia
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