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Crítica:FOLK
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cuando canta el urogallo

La música de raíz celta está saliendo de las catacumbas a las que fue enviada durante la pasada década por la supuesta modernidad. De ahí, éxitos recientes como los de la canadiense Lorena McKennit o el de la irlandesa Enya. Ahora son los escoceses de Capercaillie quienes irrumpen. En 1984, unos amigos formaron el grupo en una pequeña población de la costa oeste de Escocia y le pusieron el nombre de una especie de urogallo que habita aquellos bosques. Cuatro años más tarde se consolidaban definitivamente, y en 1991, su disco Delirium obtenía una calurosa acogida.Los siete músicos que forman Capercaillie empezaron su actuación algo desangelados, como si no confiasen en sus posibilidades ante una plaza que les era nueva. Alguien que los ha tratado afirmó que en contra de lo que se supone de la mayoría de los escoceses, éstos, no beben whisky. Así que por ese lado tampoco. Pero la cosa se arregló en cuestión de unos cuantos temas; alternaron el idioma gaélico y el inglés, composiciones actuales con obras que tienen varios siglos de antigüedad, canciones cantadas y piezas instrumentales.

Capercaillie

Karen Matheson (voz), Marc Duff (flauta, silbatos y bodhran), Manus Lunny (bouzouki, guitarra y coros), Charlie McKerron (violín), John Saich (bajo, guitarra y coros), Donald Shaw (acordeón y teclados) y James MacKintosh (batería). Lleno. Precio: 2.500 pesetas. Teatro Alcalá Palace. Madrid, 29 de mayo.

Con la espectacular voz de Karen Matheson en primer plano, los Capercaillie apuestan por una aproximación renovadora: del folclor de su tierra. Arreglos e instrumentaciones elegantes con un tratamiento tímbrico que les acerca a la música pop. Cada vez que Donald Shaw se colgaban el acordeón y decía lo de "allá vamos", las palmas echaban humo. En un tris estuvieron de convertir el patio de butacas del vetusto local en uno de aquellos salones enfebrecidos de las películas del Oeste. Al final, Shaw se dirigió a los asistentes en estos términos: "Estais locos". Quizá si, pero por culpa de un peculiar urogallo escocés.

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