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El Ayuntamiento no paga el hostal al último vecino de la casa de Besteiro

Ana Alfageme

José Macía está bastante enfadado. El jueves dejó los enseres en dos cuartos de la casa que había sido su hogar durante casi 30 años, incluso comida en la nevera. Salió a todo correr de su piso de Milaneses, 2, esquina a Mayor -la casa en la que vivió Julián Besteiro por orden municipal. Era el último vecino de un edificio protegido, declarado en ruina parcial después de muchas peleas. Ahora está en la calle, pese a las promesas de que le pagarían un hostal mientras su casa se arregla.

Todos los pisos están ya vacíos y sólo dos locales siguen con inquilino. Sin embargo, la casa donde moró el líder socialista no se ha desalojado en silencio. Unos 50 vecinos se enfrentaron el jueves a los policías que abrían el paso al secretario de la Junta de Centro, Enrique Mezquita, ejecutor del desalojo. José Macía, un conductor de autobús de 62 años, no ofreció resistencia. Los muebles -"pocos, porque me abandonó mi mujer [una de las propietarias de la casa] hace más de un año"- quedaron en dos habitaciones porque el funcionario "tenía mucha prisa". Así que Macía se fue al hostal que le prometió el Ayuntamiento y apalabró la habitación 322 con la dueña. Pero cuando llegó por la noche tropezó con una sorpresa: en lugar de cama sólo encontró un mensaje: "Que vaya a ver al secretario de la junta".El hombre se fue a dormir a casa de su hermano y allí sigue. Al día siguiente, el funcionario municipal no le dió explicaciones. Esta marcha atrás la atribuye Macía a las declaraciones que la concejal de Centro María Antonia Suárez, hizo tras el desalojo: "Este señor esta casado con una mujer que tiene un chalé en Villalba y un piso en el distrito". Pero el matrimonio está separado, el chalé es "una caseta de obra", dice Macía, y además está a nombre de la mujer; el piso es un bajo, "una cuadra adonde ella", dice, "se marchó cuando me abandonó".

Guerra en Milaneses

Milaneses, 2, está en guerra desde hace años. Inquilinos contra propietarios, que quieren la ruina de la casa -catalogada y por tanto, intocable- desde 1986. Ganaron los propietarios, siete hermanos apellidados Díaz Rodríguez: el Tribunal Supremo decretó la ruina económica y la orden de desalojo llegó en marzo. Pero los tres vecinos que quedaban siguieron peleando. Al frente, Nicasio Abramo, el dueño de la cafetería Chiky, en los bajos de la casa. Ellos se amparan en varios informes técnicos, que dicen que el edificio no está para caerse.Los inquilinos dicen que los dueños no han reparado los desperfectos de la casa desde.1977. Carmelo Díaz, uno de los propietarios, dice que sí. Abramo, el de la cafetería, insiste en que no es cierto y que los propietarios no han aceptado el ofrecimiento que él hizo: restaurar él la parte trasera, que es la problemática.

El Ayuntamiento se ha metido en la refriega, según denuncia María Roces, de la Federación de Asociaciones de Vecinos. "Si la ruina llegó por vía judicial ¿por qué intervienen ahora y decretan eso tan raro de ruina inminente parcial? Tememos que sea una maniobra para sacar a los vecinos uno a uno y dejar las manos libres a la propiedad para tirar la casa". El Ayuntamiento ha dicho que la casa se tiene que restaurar -los, propietarios tienen que empezar la obra en cinco días- y que los locales no se desalojarán.

A la larga historia de Milaneses, 2, se suman los conflictos entre Macía y su mujer, que friega en un restaurante. La esposa lloraba ayer, en bata, sus desgracias. Los dos hijos están con ella, en esa casa donde los enseres se amontonan. El marido la denunció por llevarse las cosas y ella dice que se fue por lo de la ruina.

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Sobre la firma

Ana Alfageme
Es reportera de El País Semanal. Sus intereses profesionales giran en torno a los derechos sociales, la salud, el feminismo y la cultura. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora jefa de Madrid, Proyectos Especiales y Redes Sociales. Ejerció como médica antes de ingresar en el Máster de Periodismo de la UAM y EL PAÍS.

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