_
_
_
_
ELECCIONES 6 DE JUNIORADIOGRAFÍA AUTONÓMICA

Oleada conservadora

El líder del Partido Popular en Baleares, Gabriel Cañellas, presidente autonómico desde 1983, describe así su poderío: "Pronto, tras las elecciones, los socialistas que queden deberán llevar un cencerro para saber dónde están".Esta afirmación, entre jocosa y prepotente, expresa cuál es la confianza en el triunfo electoral y el talante del discurso permanente que el PP ha mantenido contra sus adversarios, el Gobierno central y sus representantes insulares.

El PSOE, que también ha estado siempre al ataque, tilda a los conservadores de ser la "derecha caciquil y amiguista de siempre, que favorece a los especuladores".

Los socialistas han querido erosionar el proyecto alternativo del PP descalificando su dilatada gestión en el Gobierno balear. Las expectativas, no obstante, se muestran favorables, de nuevo, a la derecha, nada erosionada por el largo ejercicio del poder autonómico.

A la vera de los dos grandes partidos, las pequeñas formaciones regionalistas de centro-derecha, nacionalistas de izquierda, ecologistas y neocomunistas pugnan por hacerse un hueco y se disputan un escaño en el Congreso. Hasta ahora nunca han alcanzado esta representación, con la que fracturarían la situación bipolar de la política balear y la previsible oleada conservadora.

Los enfrentamientos políticos directos se han acentuado en las vísperas del 6 de junio, mientras que los signos de la crisis se notan sobre la rica sociedad balear de servicios, que vive del negocio del ocio internacional. Baleares conforma una economía plenamente turística, con presencia de poca industria y apenas agricultura. "Ha descendido la demanda y ha caído el gasto por turista en los últimos cinco años", afirma el economista Miquel Alenyar, quien cree que este año puede notarse ya la recuperación. "La crisis europea nos afectó antes", opina, "pero también con antelación podemos notar la recuperación".

La caída continuada del sector de la construcción y la transformación hotelera han aumentado el paro y han reducido los flujos de inmigración temporal al tiempo que se incrementan los cierres de significativas empresas. Las grandes discusiones políticas regionales, sin embargo, no se ciñen a lo singular e ideológico.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

La memoria reciente retiene las polémicas por la protección de la naturaleza ante el desmesurado crecimiento turístico y las sospechas de corrupción. política. Tres sentencias firmes (por delito electoral, una, y otras dos por irregularidades en el desempeño del cargo de alcalde), en cuatro años, afectan a militantes o cargos públicos del PP. Ello sin contar, la condena a dos militantes del PP de Calvià por intentar sobornar a un concejal socialista para favorecer un cambio de alcalde y, supuestamente, una gran operación urbanística.

Una cierta atmósfera italiana, la convivencia de algunos dirigentes de los partidos de la derecha y el centro con curiosas iniciativas empresariales y las concesiones de obras públicas, así como la compatibilización de cargos institucionales con actividades privadas, flota en el ambiente. "Aquí nunca pasa nada", es una expresión política asumida y no escrita, en una tierra en la que el territorio ha sido el gran capital generador de fortunas inmensas y objeto de las grandes batallas institucionales.

Los populares baleares, consolidados en la mayoría autonómica y local por un minúsculo y errático grupo de centro regionalista, Unió Mallorquina (UM) -que ahora compite por su cuenta en las elecciones- han ofrecido a los diferentes líderes del PP, desde los tiempos de Fraga, su triunfo particular. Fueron las islas el primer oasis de la derecha. Ahora el PP de Baleares reclama ser un ejemplo de su partido para demostrar ante toda España cómo gobiernan. No se discuten los éxitos en las urnas. El estilo y los métodos, sin embargo, no son idénticos a los propugnados por el joven equipo de Aznar.

El discurso conservador, con matices quasi nacionalistas o victimistas ante la Administración central, cuajó sin sombras en las últimas elecciones generales de 1989 y arrasé en los comicios locales y autonómicos de 1991, en las que el PSOE perdió sus últimos bastiones locales. El poder dejó de estar repartido y el equilibrio bipartidista tradicional dejó paso a un ajustado predominio conservador. Los socialistas, con voces públicas dispersas y a veces contradictorias, no han logrado mantenerse el apoyo de los sectores sociales propicios. El PP mima hasta extremos insospechados los ámbitos de la tercera edad, las zonas rurales y las agrupaciones populares de la periferia de Palma. En la capital se concentra más del 60% de los votos. Las encuestas indican un crecimiento al alza de los conservadores, en una región turística que ha vivido tiempos de bienestar considerable fruto de la euforia económica.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_