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El AVE de madera

El 'tren de la fresa' comienza el sábado sus viajes a Aranjuez

Los asientos son de madera, y las azafatas, majas del siglo pasado. El tren de la fresa se despidió ayer de la estación de Atocha entre vapores. En la vía de enfrente, el silencioso tren de alta velocidad (AVE) da la réplica el vetusto tren. La locomotora, como preludio de la hora de viaje que le separa de Aranjuez, soltó un profundo suspiro. Apenas supera los 60 kilómetros por hora, y a uno le da tiempo a imaginar una horda de pieles rojas dispuesta a saltar sobre el maquinista. Sólo que las escombreras del sur de Madrid alejan el recuerdo del lejano Oeste.

Éste es el noveno año que se pone en marcha el tren turístico, único en España, que funcionó como línea regular hasta 1929. El de ayer fue el primero de los 50 recorridos previstos entre Madrid y Aranjuez que se harán todos los fines de semana y festivos hasta el próximo 31 de octubre. En el tren caben 330 pasajeros y este año Renfe se propone superar los 10.000 usuarios de este original recorrido.

Entre las novedades de esta temporada está la de un ligero aumento en el precio, la posibilidad de alquilar el tren completo para realizar viajes charter a otras localidades próximas a Madrid, y la de un incentivo a cargo del Ayuntamiento ribereño, que obsequiará con un fin de semana con todos los gastos pagados en Aranjuez cada l .000 viajeros.

El presupuesto de esta temporada rondará los 14 millones de pesetas y como en ocasiones anteriores, será fruto de la colaboración de distintas instituciones: Patrimonio Nacional, Comunidad de Madrid, Ayuntamiento ribereño y la Fundación de Ferrocarriles Españoles, informa Mercedes Santos.

El viaje de ida y vuelta cuesta 1.950 pesetas (1.200 los niños) con derecho a saborear las una vez famosísimas fresas y fresones de Aranjuez y visitar los museos del pueblo.

Los cuatro vagones que componen el convoy están unidos por plataformas de hierro que da miedo cruzar aunque haya barandilla. Al contrario que su compañero de andén, el AVE, el de la fresa se balancea y traquetea de tal modo que uno teme caer a la vía. De vez en cuando, en vez de fábricas, sólo se ve un río de humo negro.

Son los inconvenientes de la tecnología antigua. Todo es decimonónico: las ventanas de madera con tiradores de cuero, la loza de los lavabos y los vestidos de las azafatas. Menos las fresas, recién cogidas de la huerta que rodea el río Tajo.

A la llegada a Aranjuez, a 48 kilómetros de Madrid, un tren todavía más pequeño que el de la fresa —le llaman el chiquitren— espera a los pasajeros para darles un paseo por el pueblo con el concierto de Aranjuez del maestro Rodrigo como fondo.

Barcas de recreo

La visita a Aranjuez que ofrece el viaje en el tren de la fresa incluye en su itinerario el Museo de Falúas, situado en el frondoso Jardín del Príncipe. Allí yace lo que queda de la flota del Tajo, una peculiar escuadra de agua dulce formada únicamente por barcas de recreo, para disfrute de los reyes de España.

Algunas de estas embarcaciones están espléndidamente decoradas en diversos estilos, como una góndola veneciana que regalaron los duques de esa ciudad a Felipe V. Este barco no soportó el cambio de los canales venecianos a los meandros del Tajo y jamás consiguió navegar. Pero el primer Borbón que reinó en España no quiso hacer un feo al duque dejando en dique seco la góndola y la ancló en el mar del palacio de La Granja para cazar desde ella.

No hace mucho los frutos que dieron nombre al tren y fama al pueblo eran el orgullo de la zona, pero ahora sufren la competencia del fresón de Huelva. El alcalde de Aranjuez, el socialista Eduardo García, explica que sólo se producen 5.000 kilos de fresa y el doble de fresón anualmente. Se abandonó ese cultivo —sólo una docena de agricultores plantan fresa— porque el maíz era más rentable, pero ahora tampoco este último da ganancias. "En la provincia de Huelva producen fresa prácticamente todo el año y en grandes cantidades. Claro que las de aquí son las más aromáticas del mundo, y también las más sabrosas", dice García.

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