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Los conservadores británicos imponen un cambio de Gobierno en julio

Enric González

El primer ministro británico, John Major, empieza a pensar en lo que era impensable hace poco: un cambio parcial de Gobierno, a poco más de un año de su formación. El desastre conservador en las elecciones locales del pasado jueves ha agudizado la percepción general de que el Gabinete navega sin rumbo y, a falta de mejor solución, los diputados tories piden cabezas. Norman Lamont (Economía) y John Patten (Educación) son los principales candidatos a perder despacho y cartera en una crisis de Gobierno prevista para julio.

Resulta paradójico que el canciller del Exchequer, Norman Lamont, sea la perfecta cabeza de turco en este preciso momento, cuando el Reino Unido empieza a emerger de la peor recesión desde los años 30. Pero la política británica se sustenta, hoy en día, sobre un cúmulo de paradojas: John Major es el primer ministro más impopular de todos los tiempos, pero nadie en su partido le disputa seriamente el cargo; los conservadores obtuvieron una inesperada mayoría absoluta hace quince meses, pero están divididos en dos facciones irreconciliables; el Gobierno se tambalea, pero la oposición laborista parece no existir; la gran mayoría del Parlamento está a favor de Maastricht, pero el proceso de ratificación desembocará en un embarullado recurso a los tribunales.

La situación sería insostenible en cualquier otro país comunitario. La sociedad británica, sin embargo, puede aguantar todavía un poco más. Exactamente hasta año y medio más, según los estrategas del Partido Conservador. Si Major no ha conseguido para entonces hacerse con las riendas del poder y mejorar su imagen pública, hará falta un nuevo primer ministro.

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