Juan Carlos García: "Curro Álvarez me salvó la vida"
EMILIO MARTÍNEZ, A Juan Carlos García, novillero triunfador del festejo de ayer, le faltaban palabras para agradecer a su subalterno Curro Álvarez el quite que le hizo cuando quedó a merced del quinto novillo de la tarde durante la faena de muleta: "¿Qué puedo decirle? Pues nada, que me salvó la vida, así de rotundo y claro". A lo que Álvarez respondía: "¡Bah!, me limité a cumplir con mi obligación. Eso sí, tuve la suerte de estar cerquísima, porque los toros mansos cuando cogen contra las tablas, a favor de querencia, y junto al estribo, no suelen perdonar".
Este intercambio de pareceres tenía lugar al término de la corrida en el portón de cuadrillas cuando ambos iban a abandonar la plaza. Álvarez añadía que él también se libró de milagro del tremendo gañafón que le tiró el novillo al cruzarse para evitar el percance y que le pasó a escasos centímetros de la cara y el pecho: "Pero eso lo piensas y valoras después; en ese momento te lanzas a evitar el peligro de quien sea. Es la ley de la fiesta: hoy por ti y mañana por mí". Tras fundirse en un abrazo con García, le comentaba a éste que lo importante era que había estado hecho un jabato antes y después con ese novillo: "Con la oreja que le has cortado merecidísimamente estoy de sobra pagado".
Antes de marcharse, el novillero, al que le decepcionó el juego general de las reses, mostraba su alegría por el triunfo, "sobre todo porque llegó frente a un novillo manso, difícil y con muchas complicaciones, al que era fundamental hacerle todo muy en serio". García, que no tiene apoderado aún, estaba seguro de que tras sus buenas actuaciones en la miniferia de la Comunidad y ahora en San Isidro le llegarán muchos contratos. Algunos de sus paisanos se lo llevaban casi en volandas al coche y de ahí al hotel, donde seguía la celebración acompañado de sus padres, que se desplazaron expresamente desde Jaén, su tierra.
Tristeza de El Molinero
La otra cara de la moneda era la tristeza de El Molinero ya en el hotel, donde explicaba la causa de la misma: "No es para menos, porque un triunfo me habría venido extraordinariamente bien en esta etapa final de mi carrera novilleril y de cara a mi próxima alternativa en Zaragoza".
Al exponerle que esa tristeza era más propia de alguien que acabara de fracasar rotundamente, lo que no parecía su caso, rectificaba un poco: "Sí, ya sé que no estuve mal, ni pegué un petardo, pero de poco me va a servir, pues era mucho lo que me jugaba hoy y me estrellé con un novillo parado y otro que era un asesino, que no veía bien y otras cosas que me guardo para mis adentros ahora y prefiero no comentar más".
Ricardo Ortiz se situaba en medio de la alegría del jiennense y de la tristeza del maño al resumir su actuación: "Con una novillada tan decepcionante y a contraestilo, creo que estuve con muchas ganas y entrega con capote, muleta y banderillas; poco más se podía hacer".
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