_
_
_
_

La obsesión por adelgazar

La estética de extrema delgadez ha aumentado aceleradamente las enfennedades nerviosas

ELENA CASTELLÓ, ¡Qué gordo estás! ¡Qué bien te veo!". Este saludo, que halagaría en ciertas culturas asiáticas y africanas como reconocimiento de la posición social, merecería una bofetada del aludido o aludida en cualquier sociedad occidental. Éste es el ejemplo que utiliza el psicólogo norteamericano David Garner, especialista en trastornos de la alimentación, para mostrar que el repudio de la obesidad o del simple sobrepeso es un mito de las sociedades desarrolladas, obsesionadas con un modelo estético femenino de extrema delgadez que no tiene nada que ver con el cuerpo real y que puede conducir a la bulimia y la anorexia, graves enfermedades nerviosas que han aumentado espectacularmente en los últimos 30 años.

Más información
Sugestionarse para no comer
La clave puede estar en el cerebro

La delgadez es un componente más de la prosperidad económica, social, afectiva y profesional, según Josep Toro, psiquiatra de la Universidad de Barcelona. "Lo primero que decide una mujer cuando quiere cambiar de vida o mejorarla es adelgazar", afirma este especialista. Se adelgaza cuando se sube de clase social, mientras la gordura es sinónimo de abandono, de fracaso y de falta de control. Entre los escolares, la gordura se equipara con suciedad, estupidez, fealdad y pereza, según Toro.Algunas encuestas recientes, realizadas entre empresarios norteamericanos, no dejan lugar a dudas sobre el repudio de la obesidad: el 44% sólo daría trabajo a un gordo en circunstancias excepcionales y el 16% no se lo daría nunca.

Pero ¿qué es la obesidad? Especialistas en trastornos nerviosos de la alimentación, reunidos la pasada semana en Madrid para analizar la obesidad, la bulimia y la anorexia, convocados por el Centro de Investigación y Estudio de la Conducta (Cinteco), han mostrado su preocupación por la creciente obsesión con el exceso de peso que muestran especialmente las jóvenes y las adolescentes, promovido por un ideal estético que tiende hacia cuerpos rectilíneos e imposibles. El descontento con el propio cuerpo es algo más que una moda, y puede generar comportamientos peligrosos para la salud mental y física de las mujeres, afirman.

Según. un estudio realizado en 1987 entre 1.500 adolescentes barcelonesas, el 43% deseaba adelgazar y el 23% se consideraban obesas, aunque sólo un 13% sobrepasaba en algunos kilos el peso considerado ideal. El disgusto con el propio cuerpo no ha hecho sino aumentar en los últimos años: un 72% de las estudiantes universitarias estaban preocupadas con el tamaño de sus caderas y sus muslos, según otra encuesta realizada en Barcelona en 1992, mientras el 53% deseaba adelgazar y alrededor del 80% tenía amigas y familiares embarcadas en una estricta dieta acompañada de ejercicio. Ambos factores, el ejercicio y la dieta hipocalórica para adelgazar, son dos de los más importantes factores de riesgo para padecer una bulimia o una anorexia, según advierten los especialistas.

Bombardeo publicitario

Los expertos coincidieron también en cuestionar la eficacia del concepto mismo de dieta en la lucha contra el sobrepeso, e insistieron en que, salvo cuando el sobrepeso alcanza el 50% o más, la gordura es un concepto cultural ligado a los dictados de la moda. Desde la aparición de la modelo británica Twiggy, en los años sesenta, hasta hoy el cuerpo de la mujer ideal no ha hecho sino estilizarse, al margen de las' proporciones naturales.

Una comparación entre la evolución de las medidas de las chicas de Play Boy y las Miss América entre 1959 y 1979 y la de las mujeres americanas en el mismo periodo mostró que mientras las primeras adelgazaron una media de dos kilos, aumentando al tiempo el tamaño de su busto, el peso de las segundas había aumentado en la misma proporción.

El bombardeo de la publicidad es constante: entre 1984 y 1986, el 23% de todos los anuncios aparecidos en revistas femeninas aludía directa o indirectamente al adelgazamiento, y el 10% proponía métodos para controlar el peso.

"Es fundamental cambiar el concepto de dieta", afirmó en su intervención Carmina Saldaña, profesora de Psicología de la Universidad de Barcelona. "La dieta es una noción ligada, por una lado, a la prohibición, y por otro, a la temporalidad, con lo que el resultado es una ansiedad permanente y la imposibilidad de obtener reducciones de peso estables. Quien la sigue está esperando su fin para resarcirse".

Éste es precisamente uno de los componentes más peligrosos de los regímenes: perder y ganar peso periódicamente. La drástica reducción de calorías no hace sino aumentar el hambre, la obsesión por la báscula y la irritabilidad. La alternativa, según estos expertos, debe ser un cambio radical en los hábitos alimenticios y una reeducación en la relación con la comida, potenciando ante todo una alimentación sana y equilibrada y una vida menos sedentaria y estresante. "Y tal vez deberíamos cuestionar la imposición automática del adelgazamiento, incluso en aquellas personas que tienen un sobrepeso real importante, y, al contrario, ayudar a estos individuos a aceptarse a sí mismos", dice Saldaña. Esta es la tendencia entre los expertos, incluso en obesidades más graves, puesto que la obesidad no tiene por qué entrañar un riesgo para la salud en sí misma.

Ingesta compulsiva

Algunos especialistas apuntan al surgimiento de un nuevo trastorno nervioso como origen de algunas obesidades: una suerte de adicción, caracterizada por una ingestión obsesiva y descontrolada de comida, denominada ingesta compulsiva. "Es algo a lo que los especialistas hemos prestado poca atención hasta ahora", explica el psiquiatra británico Christopher Fairburn, especialista en trastornos de la alimentación. "No es una bulimia, puesto que estas personas no persiguen adelgazar, ni tampoco vomitan o se purgan para compensar los atracones", añade. Alrededor de un 5% de las mujeres británicas entre los 15 y los 35 años padecen este trastorno, ligado en algunos casos, según Fairburn, a una historia familiar de alcoholismo".

Otras opiniones apuntan a la ansiedad y la depresión como factores desencadenantes, y no a un trastorno alimentario específico equiparable a la bulimia y la anorexia. "Casi todos los trastornos psíquicos acarrean algún tipo de desorden en la relación con la comida, como una consecuencia más", afirma Francisco Vaz Leal, profesor de Psicología de la Universidad de Extremadura.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_