"No hay tratamiento para los psicópatas"
"Aquí uno se siente más seguro cuando va por la calle", afirma Luborsky paseando por Santiago de Compostela, donde participó la semana pasada en un seminario, organizado por la universidad, sobre La equivalencia ante las psicoterapias. Luborsky evoca esa apacibilidad de las calles cuando se le pregunta por los episodios violentos que sacuden a menudo la sociedad norteamericana y su posible relación con patologías psicológicas. Pero, a su juicio, los serial killers [asesinos sistemáticos] o el suicidio colectivo de los miembros de la secta de los davidianos, no son el reflejo de un aumento de las enfermedades mentales."Por los trabajos que he realizado, no creo que pueda decirse que está creciendo el número de trastornos mentales, de psicopatías o de esquizofrenias", señala. "Quizá los medios de comunicación contribuyan a dar una impresión engañosa. Los incidentes se producen, es cierto, pero para vender periódicos se tiende a resaltar los crímenes, lo horrendo y puede acabar pareciendo que no ocurre otra cosa. Y del mismo modo, los europeos pueden tener la sensación de que nuestra sociedad está enferma".
Las conclusiones de Luborsky sobre los psicópatas son demoledoras: "Si entendemos por psicópata a una persona que tiene problemas en su conciencia para distinguir entre el bien y el mal, la psicoterapia es absolutamente ineficaz. Definido en ese sentido estricto, psiquiátricamente, es el único grupo en el que la psicoterapia no tiene ninguna eficacia, porque es imposible establecer una relación con el enfermo. Lo que él quiere es manipular al terapeuta sólo para conseguir lo que le interesa". ¿Qué hacer entonces? ¿Encerrarlos de por vida? "Lo único que podemos hacer es controlarlos. No es necesario que sea en la cárcel, puede ser en algún tipo de institución ambiental", responde.
Más allá de las técnicas, Luborsky sostiene que la principal preocupación para un terapeuta debe ser la búsqueda de una relación personal con el paciente. Es un corolario lógico de su teoría -hoy comúnmente aceptada, aunque poco practicada, como él mismo reconoce- de que todas las terapias psicológicas son equivalentes.
Sensible y abierto
"Ser un buen clínico, independientemente de las escuelas, significa ser sensible, tener disposición a entablar buenas relaciones con el paciente y afinar en el diagnóstico escuchando al enfermo", explica.Bajo estas premisas, Luborsky da un consejo a las personas que puedan sentirse tentadas a dejarse llevar por los nombres de los terapeutas cuando deciden someterse a un tratamiento: "Lo que la gente debería hacer, y no hace, es visitar a varios y quedarse con el que se sienta más a gusto".
En el terreno de las drogodependencias, Luborsky tiene 30 publicaciones y sus métodos son aplicados en más de 1.000 centros de todo el mundo. Su experiencia le ha demostrado que para conseguir buenos resultados es necesario combinar la medicación y el tratamiento psicológico: "Nosotros hemos alcanzado resultados satisfactorios en el 60% de los casos de adictos a opiáceos [heroína, morfina], combinando el uso de la metadona con la psicoterapia. Pero si te limitas a dar metadona los resultados son mucho más bajos, porque falta el instrumento para motivar a las personas a hacer un esfuerzo por curarse".
Sin embargo, cuando no existe un fármaco eficaz, el tratamiento psicológico tropieza también con enormes dificultades. Así ocurre con los adictos a la cocaína, un problema sobre el que Luborsky elabora un estudio piloto: "Es un handicap muy fuerte que no exista medicación en estos casos, a pesar de que se está invirtiendo mucho dinero en investigar. La psicoterapia se puede aplicar a los cocainómanos, pero necesitamos un equivalente a la metadona".
Sin embargo, sus investigaciones sobre la hipertensión o los ataques de pánico abundan en la tesis de que la medicación por sí misma puede ser ineficaz.
Según Luborsky, "algunas personas logran disminuir su presión arterial sin medicarse si hacen prácticas de relajación". Su método consiste en definir claramente el origen de la patología: "Muchas veces la hipertensión se produce por estrés o por el tipo de relaciones personales. Yo he visto gente que no se curaba ni con la medicación porque seguían viviendo en un ambiente muy negativo. Los médicos deben tener en cuenta esto, en vez de preocuparse sólo por encontrar la combinación de fármacos más eficaz".
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