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La credibilidad de los políticos alemanes empieza a resentirse a causa de los escándalos por corrupción

Los alemanes se levantan cada mañana esperando un nuevo escándalo. El ministro de Transportes, el democristiano Günter Krause, es el tercer miembro del Gobierno del canciller Helmut Kohl que renuncia, en lo que va de año, tras haber sido acusado de corrupción. Otros escándalos como el que afecta al ministro presidente de Baviera, el social cristiano Max Streibl, amenazan con seguir la criba de la clase política alemana, cuya credibilidad empieza a resentirse seriamente.A Kohl, esta criba le está dejando sin piezas de recambio para su Gabinete. Krause, el octavo ministro que abandona el Gobierno en algo más de un año, ha sido sustituido por el también democristiano Matthias Wissmann, que llevaba escasamente 100 días en la cartera de Investigación y Tecnología. Para sustituir a Wissmann, y supuestamente para mantener el cupo de políticos procedentes de la ex RDA de donde procedía Krause, el canciller ha recurrido a un desconocido parlamentario de la CDU, Paul Krüger, de 43 años, un tornero.

Muchos se preguntan qué hará este hombre en un ministerio que controla fondos para investigación y desarrollo de proyectos de alta tecnología que se reparten los gigantes de la industria alemana y si, como Krause, no caerá en la fácil tentación de enriquecerse.

La oposición socialdemócrata tampoco se queda manca. Cuatro días antes de Krause, era el líder socialdemócrata Bjorn Engholm quien abandonaba la política por mentiroso. La salida de Engholm, a poco más de un año y medio de las elecciones, y la previa criba de líderes como Oskar Lafontaine o Helmut Schmídt, ha sumido a los notables en lo más parecido a una pelea callejera por su sucesión. Gerhard Schroeder, el ambicioso primer ministro de Baja Sajonia, que fue el primero en lanzarse al ruedo, ya antes de la dimisión de Engholm, está siendo ahora objeto de toda clase de críticas por su desmedida ambición. Rudolf Scharping, el ministro presidente de Renania Palatinado, amaga pero no pega, y desde el partido empiezan a salir nombres más o menos desconocidos.

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