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El testamento del sindicalismo

Analiza el autor del artículo, con cierta ironía en el estilo, los problemas que aquejan al sindicalismo español, entre los que destaca prioritariamente la tasa de paro en tomo al 20%. De igual forma señala la repercusión de la actitud sindical en el marco de la política económica general y en sus resultados.

En un hatillo olvidado dentro de un viejo albergue de la ruta de Santiago, con pétalos de rosa marchitas entre las hojas, ha aparecido el siguiente manuscrito, que sin alteraciones transcribo a continuación."Yo, el sindicalismo, en las tierras de España y corriendo el año 1993 de nuestro Señor en que gozo de extraordinaria salud, nada nubla mis facultades mentales y mi influencia alcanza su apogeo, quiero dictar testamento".

"Lego a la sociedad una tasa de paro del 20%, pero no se la distribuyo por igual a todos sus miembros. En estos últimos años he conseguido que se pierdan más horas de trabajo que en cualquier otro país de la OCDE y he impuesto reducciones de jornada y salarios mínimos a fin de que sean los jóvenes en busca de su primer empleo y las mujeres quienes alcancen una mayor proporción de paro que otros colectivos. También he sido capaz, no sin antes vencer tibias resistencias, de conseguir cuantiosas indemnizaciones por despido y generosos subsidios de paro exentos de impuestos a fin de que el desempleo sea mayor en los colectivos de trabajadores menos cualificados y en las regiones más pobres, ya que en estas regiones el peso de la agricultura es más fuerte, de forma que con el ejercicio esporádico de esta actividad el parado puede complementar su poder adquisitivo".

Desplazamientos

"No quiero ocultar que para asegurar esta distribución regional del paro he tenido que reforzar la natural viscosidad de los desplazamientos territoriales de mano de obra, limitando la oferta de pisos en alquiler e inspirando una política convenientemente restrictiva de oferta de suelo".

"No siendo vanidoso, he de reconocer que en la gestación del cuantioso legado del paro también han contribuido la recesión internacional y la política antiinflacionista llevada a cabo en este país durante estos años. Pero no es menos cierto que he sido yo, mediante la exigencia de aumentos del gasto público que sobrepasaban ampliamente la capacidad recaudatoria del país y fomentando la consecución de incrementos salariales bien por encima de la miserable inflación vigente en los principales países europeos, el artífice de buena parte de los costes de esa política".

"A los pocos trabajadores ocupados, y sobre todo a los empleados en las empresas públicas, les lego mayores salarios reales de los que habrían conseguido sin mí concurso. Mayores salarios reales, sí, pero con menor poder de compra, ya que han de soportar mayores impuestos directos e indirectos para hacer frente al coste del subsidio de paro, de las pensiones, de los déficit de las empresas públicas y de otros muchos gastos sociales cuyo vertiginoso crecimiento no hubiera sido posible sin el aliento de mi doctrina y la contundencia de mis acciones".

Flexibildad

"No faltará quien diga que si hubiera habido un mercado de trabajo más flexible, sometido a tributación el subsidio de paro y limitada la indemnización por despido, y se hubiesen negociado menores ritmos de crecimiento salarial, ahora sería mayor la población empleada y el nivel de producción, con la consiguiente elevación de la base recaudatoría; habrá quienes sugieran que con tal aumento de la base y reducción del gasto público en subsidios de paro, los impuestos (incluido el impuesto inflacionista) habrían aumentado menos, y así el poder de compra de los trabajadores empleados no hubiera sido inferior al actual; y más de uno incluso añadirá que si los trabajadores fueran plenamente conscientes de que la carga del gasto público en términos de impuestos directos e indirectos la han de soportar esencialmente las rentas salariales (ya que en cualquier sociedad capitalista alcanzan las dos terceras partes de la renta total), no apoyarían el brusco y continuo aumento de los gastos sociales que he preconizado estos años".

"No, ciertamente no será posible evitar que esporádicamente se alcen voces diciendo que mi política de proteger el empleo y el nivel de vida de los trabajadores, de los pensionistas y de las clases más desfavorecidas de la sociedad, ha conseguido con matemática precisión justo lo contrario de lo que perseguía. Pero os lego mi eficaz catecismo, del que aquí sólo puedo reproducir algunas máximas, para acallar esas voces. Contra quienes soliciten una reducción de los gastos sociales aduciendo que es imprescindible para relajar la política monetaria y reducir el paro, así como para reducir la presión impositiva que soportan sobre todo los supuestos beneficiarios de aquellos gastos, decidles que viven aún en el siglo XIX, y argumentad que nuestro país aún no ha alcanzado los niveles de bienestar social de las naciones más ricas de la Tierra (tened cuidado y no mencionad el ejemplo del Estado de bienestar sueco, pues este país se encuentra en una crisis cuya profundidad es verdaderamente aterradora). Contra quien quiera cerrar empresas públicas en pérdidas o se niegue a subsidiar las que empiezan a perder, acusadles de especuladores financieros, de apóstoles de la cultura del pelotazo que quieren desarbolar la industria para convertir el país en un páramo donde la riqueza no se crea, sino sólo se intercambia. Tened la seguridad, además, de que estarán en nuestro bando las voces de los empresarios que estén atravesando dificultades, de los seudoeconomistas y de los economistas románticos y nostálgicos de las barricadas y de la lucha de clases. Y, sobre todo, estará con nosotros la opinión pública propia de una democracia reciente, en que se considera antidemocrática cualquier limitación del poder sindical".

Pacto social

"Lego, en fin, la cultura de la negociación colectiva y del pacto social, un método de afrontar los problemas sociales en el que vive y vibra el pensamiento marxista que me nutrió. Un método que parte del axioma de que el trabajo y el capital -lejos de ser factores complementarios cuyas rentas se han de determinar diferencialmente, según sea la situación del sector, empresa y cualificación profesional del trabajador- son el patrimonio de dos clases sociales en permanente conflicto, peleando por la distribución de los resultados en un juego de suma cero. Es precisamente a través del pactó social como puedo imponer mi noción de que los niveles salariales y la tasa de beneficio son variables que debe determinar la política, y no el mercado, y de paso conseguir múltiples prebendas presupuestarias. Sobre todo, luchad contra la concepción según la cual la mejor garantía de crecimiento de las rentas salariales estriba en la acumulación de capital, y no en la acción sindical, porque si este principio se impone se modificaría radicalmente mi importancia social".

"Hecho este testamento, me apresuro a recordar mi gozosa salud y mi inexpugnable posición, pues mi espíritu no sólo se cobija en mis afiliados y representantes, sino también en amplias capas de cierta clase política y porque, además, con el crecimiento de mi poder han crecido las dificultades políticas y los costes sociales de cercenarlo".

es técnico comercial y economista del Estado.

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