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Crítica:MÚSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un concierto

Raimon celebraba los treinta años de la edición de su primer disco, un disco emblemático donde los haya, y para hacerlo había convidado a un puñado de amigos a compartir escenario en un concierto que se presumía multitudinario. El resultado podía haber sido una noche de nostalgia y lagrimita al viento. También podía haberse convertido fácilmente en un mitin reivindicativo de nuevas o viejas carencias, en una exaltación nacionalista, en acto preelectoral del grupúsculo que más corriera para capitalizarlo o en una caricatura rejuvenecedora a base de maquillaje y cartón piedra. Los 30 anys d'Al vent podían haber sido todo eso y muchas más cosas pero finalmente, y ante la sorpresa de bastantes, simplemente se trató de un concierto.Justo eso fue lo verdaderamente importante de la noche, ganaron los que habían defendido a Raimon como un fenómeno cultural sobre los que siempre habían querido ver sólo un fenómeno social (cuando no político).

30 anys al vent

Raimon, Daniel Viglietti, Joan Manuel Serrat, Paco Ibáñez, Luis Cilia, Ovidi Montllor, Pete Sceger, Tao Rodríguez, Quico Pi de la Serra, Mikel Laboa, Warabi-za, Michel Portal, Coral Sant Jordi dirigida por Oriol Martorell y banda La Lira Ampostina. Barcelona, Palau Sant Jordi, 23 de abril.

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Un jacobeo intrínsecamente subversivo

Fue un concierto tranquilo y relajado en el que el público se deleitó escuchando música y sólo en algunos momentos puntuales se exteriorizaron unos ánimos nada exaltados. No hubo consignas de ningún tipo, no ondearon grandes pancartas o multitud de banderas. Tampoco se vivía el ambiente tenso a punto de explotar de los muchos recitales de Raimon en los sesentas y setentas que estos días la prensa se ha entretenido en recordar con pelos y señales (el yo estuvve allí ha estado en demasiadas bocas últimamente). Ni siquiera se notaba ese fanatismo ciego (y sordo) dispuesto a aceptar todo lo que le echasen en nombre de la nostalgia.

El largo concierto (cuatro horas, es decir una más de las previstas y anunciadas) tuvo sus puntos álgidos y fueron mucho más álgidos los musicales que los otros. El Palau Sant Jordi se emocionó con la Cançó de matinada de Serrat tanto o más que se enardeció con las palabras de Paco Ibáñez dedicadas a los políticos de las primeras filas, dos extremos muy distantes entre sí que convivieron a la perfección.

Pete Seeger

Se corearon temas como A galopar, A desalambrar, Viva la quince brigada o Diguem no, se siguió con el más respetuoso de lo silencios las intervenciones de Ovidi Montllor o Mikel Laboa, con auténtica devoción la presencia entrañable del mítico Pete Seeger y su nieto Tao Rodríguez y con la más cariñosa de las entregas la versión en japonés de Al vent que trajeron Warabi-za o la actuación final de Raimon sutilmente acompañado por Michel Portal. El público tenía ganas de cantar Diguem no una vez más y en la inmensa bóveda del recinto olímpico la canción sonó con más fuerza plástica que guerrera dejando claro que en este bullicioso final de siglo que nos ha tocado vivir se puede oír y cantar a Raimon sin estar necesariamente apegado a un pasado.Musicalmente la noche fue larga, tal vez demasiado. Algunas presencias podían haberse suprimido sin alteración conceptual y mejorando el ritmo del espectáculo (por ejemplo: la banda La Lira Ampostina o Quico Pi de la Serra). Raimon podía haber cantado más, hacia el final de la noche estaba en vena y su voz sonaba con la convicción de los grandes momentos (la repetición de Veles e vents o las versiones de Com un puny o Al meu país, la pluja fueron realmente impresionantes), pero tampoco se trataba estrictamente de un concierto suyo sino de una celebración en la que todo parecía obedecer a la lógica más aplastante.

En el aspecto técnico fue destacable el sonido, la dirección escénica y la construcción de un magnífico escenario (unos sencillos escalones y una gigantesca reproducción de Miró) que hubiera servido para romper las distancias entre músicos y público si las primeras filas no hubieran estado reservadas para VIPs de todos los colores con desprecio del público que había pagado religiosamente su entrada y se tuvo que contentar con peores localidades. Suspenso para la chapucera realización televisiva que se pasé por las pantallas gigantes de vídeo situadas a ambos lados del escenario.

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